BOXEO ARGENTINO

El regreso de Barrios, la ausencia de “la Hiena”

El excampeón mundial volvió a pelear después de haber estado tres años preso, y luego de ocho años de inactividad. Lo hizo en silencio y en soledad, lejos del ruido que lo rodeó en sus tiempos de gloria.

Tenía 15 cuando se fue de su casa por primera vez. A los 16, ya era padre. No sumaba más de 3 cuando su papá los abandonó a él y a sus seis hermanos. Los primeros años en la vida de Jorge Rodrigo Barrios fueron como los últimos: tumultuosos. Un día, mientras cursaba la primaria, se peleó contra el curso completo. Todos los varones hicieron fila y lo enfrentaron: “Hubo uno que me pegó”.

Cuando dejó su hogar, le tocó combinar su carrera de boxeador con la cocina de una rotisería: ganaba 350 pesos por mes más 50 por pelea, y con eso pagaba la comida y el alquiler para su exmujer, su hijo Mauro y otro hijo de su expareja.

La paternidad y la tragedia marcaron su existencia desde siempre. En 2005, antes de cumplir su sueño de convertirse en campeón del mundo, perdió un hijo que nació prematuro: Rodriguito. En aquel entonces, remarcó que su relación con la muerte había variado -“porque la acepté”-, y se tatuó los nombres de sus hijos: Rodrigo, Mauro y Yamila. En 2010, chocó con su BMW X5 un Fiat 147 que atropelló y mató a una chica de 20 años embarazada, en Mar del Plata. La joven, cuyo bebé también tuvo destino fatal, se llamaba igual que su hija: Yamila.

Por aquel incidente, estuvo casi tres años preso, en las cárceles Lisandro Olmos de La Plata y en la Unidad 29 de Junín. Mientras permaneció en prisión, la vida de “la Hiena” mantuvo su ritmo frenético: cumplió 40 años, perdió a un hermano –se suicidó en el shopping DOT de Saavedra- y volvió a ser padre: conoció a su cuarta hija, Tiana, en el penal de máxima seguridad de Junín. “Estuve un mes con 23 horas de encierro, y ahí me conocí. Estuve en el verdadero infierno y ahora quiero volver al cielo. Pido disculpas a todos los boxeadores por el mal ejemplo que les di”, dijo cuando recuperó la libertad.

Fue con el boxeo con quien quiso reconciliarse, y fue en el ring donde proyectó aquel “cielo”. Hizo lo imposible por volver a calzarse los guantes, pero no se lo permitieron: en 2012, lo declararon persona no grata en el municipio bonaerense de Rojas, y en Río Gallegos el Concejo Deliberante advirtió que haría lo mismo si se subía a pelear. Continuó entrenándose, y el último viernes tuvo su ansiada posibilidad: a los 42 años, volvió a combatir oficialmente.

Volvió Barrios, no “la Hiena”
Aquel que paralizó al país en 2003, cuando vivió una batalla contra el brasileño Popó Freitas -cayeron dos veces cada uno- en una de las peleas más dramáticas en la historia del boxeo argentino, se subió a un ring en el norte cordobés, a 20 kilómetros de Santiago del Estero, en una localidad cuyo nombre aún genera controversia entre sus propios vecinos -¿es Villa de María de Río Seco o Villa de María del Río Seco?- y ante apenas 400 personas.

-¿Por qué no hay gente?
-Es la cena de egresados de la escuela. La gente está allá.

De codearse con Susana Giménez y Marcelo Tinelli, a competir –y, a luz de los hechos, perder- con la fiesta de fin de año de la escuela del pueblo. Así de estrepitosa fue la carrera del excampeón mundial que peleó cinco veces en Estados Unidos, y que ocupó cientos de tapas de diarios y revistas deportivas. Ese que siempre llamó la atención, esta vez pasó desapercibido. Porque eso ocurrió: nadie lo abucheó ni reprobó su presencia; simplemente, lo ignoraron, pues –curiosamente- ni siquiera hubo una pequeña radio local que transmitiera su regreso.

Volvió el Barrios boxeador, no “la Hiena” –como lo bautizó el periodista Mariano del Águila-, ese personaje que combinaba ferocidad sobre el ring con excentricidades debajo del cuadrilátero. Sin el jet set porteño a su alrededor, el tigrense estuvo acompañado por su mamá, su hija mayor, su equipo técnico de siempre y su psiquiatra. Pidió distancia de la prensa, de los fotógrafos y, si bien se tomó fotos pospelea con el público, sólo regaló sonrisas para su círculo íntimo y en privado.

En el vestuario de enfrente, un veterano brasileño de 41 años se disponía a vivir un momento similar: pese a las sustanciales diferencias de contexto e historias personales, Adailton de Jesús también preparaba su vuelta al boxeo. El bahiano no peleaba desde hacía cinco temporadas, y le tocaba hacerlo en una empresa difícil: como visitante y contra el otrora ídolo local; quizás por eso se aferraba a la fe, y antes de precalentar leía la Biblia.

“Amor, gloria, honor”, rezaba el pantalón con los colores de Tigre que vistió el excampeón superpluma el último fin de semana. No estaban en su ropa de combate las publicidades de esas empresas que, después del fatídico siniestro vial de 2010, decidieron dejar de invertir en su imagen. Peleó en soledad, en silencio, para él. Se dio una tregua con el show, ese monstruo que lo alimentó durante tantos años y que más tarde, cuando su destino se tornó incontrolable, casi se lo devora para siempre. Faltó “la Hiena” y es probable que, aunque Barrios haya ganado por nocaut técnico en el 8° round y siga intentando suerte en los rings, ya no vuelva nunca más.

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