BOXEO ARGENTINO

Los 35 de Matthysse

Aún conserva la sonrisa pícara que enseñaba cuando, siendo un niño, quería subirse al ring y no se lo permitían. Resulta curioso, pero mantiene intacto el gesto astuto que exhibía a los 14 años cuando, por ser menor de edad, peleaba ilegalmente bajo el nombre de José. A los 35, el paso del tiempo en Lucas Matthysse se adivina sólo en su tupida barba, en su puñado de kilos de más y en la altura de su hija Priscila.

Con un apodo que no termina de cuajarle, “la Máquina” sigue siendo ese bicho raro (y querible) que elige refugiarse en el sur, lejos del ruido, las luces y las cámaras que lo persiguen en Capital Federal y en Las Vegas, donde el público lo asedia tanto o más que en Argentina.

Aunque acumuló triunfos, dólares y prestigio, el universo de Matthysse no varió, y sus imprescindibles son los de siempre. Lo acompañan la vieja, su hermana, los perros y la sencillez que envuelve a los grandes de verdad.

Como desde el primer día, camina la vida siendo un incomprendido al que, cuando lo reclaman, se escabulle, y a quien, cuando intentaron enterrarlo, reapareció burlando críticas. ¿Por qué no vuelve a pelear este año? ¿Por qué no se entrena fuera del país? ¿Por qué no concentra en Estados Unidos previo a un combate crucial? ¿Por qué no quiere ser la tapa del diario? ¿Por qué no se enoja? Así es Lucas, tan único que confunde, tan especial que enamora.

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