BOXEO INTERNACIONAL

Luces y sombras de Mayweather-McGregor

El irlandés hizo una pelea aceptable solo porque el estadounidense se lo permitió. El CMB y la NSAC fueron cómplices y atentaron contra el boxeo. No se trató de un triunfo del pugilismo sobre las MMA. POR ANDRÉS MOONEY.

Tal como sucedió en las últimas peleas de Floyd Mayweather, se habló mucho y pasó poco. No hubo sorpresa –y quien esto firma adelantó su postura, en un artículo para La Voz del Interior-, y nadie cronicó un batacazo. Tras el nocaut técnico en el 10° round, quedó tela para cortar y algunas consideraciones que conviene hacer.

Mayweather lo quiso
McGregor no le hizo a Mayweather mejor pelea que Pacquiao, ni que Berto, ni que ninguno de los 49 rivales a los que el estadounidense enfrentó antes de noquear al irlandés. Lo que The Money hizo fue guiar al campeón de las artes marciales mixtas; acompañarlo y ayudarlo a crecer. Por el bien de Conor (y por el del espectáculo), el mejor boxeador de la última década adoptó una postura ofensiva que jamás emplea y peleó en una distancia que le permitió a su rival descargar sin quedar en ridículo y hasta por momentos llegar a destino, aun cuando tuviera serias falencias –golpeaba con el brazo, sin acompañar con el cuerpo y las piernas- para ejecutar golpes. Si Mayweather hubiera peleado como pelea siempre, McGregor no lo hubiese podido conectar, y entonces el espectáculo habría sido un escándalo. No es que Mayweather se haya dejado golpear, no. Es que Mayweather, consciente del escaso peligro que le representaba su rival, se tomó licencias –incluso antes, ¿o alguien cree que los errores de distancia y los envíos errados, más allá de los 40 calendarios encima, no fueron producto de una pobre preparación del norteamericano?- que en otro contexto no se hubiera permitido jamás.

El CMB y la NSAC, lamentables
Es cierto: un show semejante justifica per se casi cualquier puesta en escena. No obstante, conviene analizar pros y contras de materializar un (gran) negocio, y preguntarse cómo queda parado el boxeo después de un espectáculo como el que se desarrolló el sábado, con autoridades y organismos cómplices de varios sinsentidos. La Comisión Atlética de Nevada, esa que se presume como una de las más rigurosas en el mundo, hizo la vista gorda y permitió que Mayweather y McGregor pelearan con guantes de ocho onzas y no de 10, como debieron haberlo hecho por combatir en peso superwélter. El Consejo Mundial de Boxeo (CMB), ese organismo que alguna vez fue una célebre entidad, volvió a evidenciar su lánguido presente. Como durante el combate entre Saúl Álvarez y Julio César Chávez Jr., cuando pretendieron darle al Canelo el título Presidente Adolfo López Mateos –inspirado en la comunidad indígena mexicana huichol-, hicieron lo imposible por ser parte de la fiesta y pusieron en juego un cinto rico en oro, diamantes, zafiros y esmeraldas, pero nulo en valor deportivo. La NSAC –por sus siglas en inglés- y el CMB contribuyeron a la confusión de la que fueron víctimas los observadores de ocasión, esos que nunca supieron con exactitud con qué reglas ocurriría la pelea y a los que, como Mayweather hizo con McGregor, había que conducir.

El boxeo no le ganó a nadie
No se trató de un triunfo del boxeo sobre las MMA, como quieren hacerlo ver buena parte de los amantes del pugilismo. Lo del T-Mobile Arena de Las Vegas fue el resultado lógico de una pelea ¡de boxeo! entre el mejor de esta disciplina y un debutante absoluto en ese deporte; nada distinto de lo que sucedería, a la inversa, si se midieran en un octógono, bajo reglas de artes marciales mixtas.

Floyd, manchado
Es cierto, Mayweather logró que el combate tuviera pasajes entretenidos, “mirables”, y ganó más de 300 millones de dólares de forma digna. Más allá de cualquier crítica, The Money no obligó a nadie a que vieran (y pagaran) su pelea. No obstante, no podrá pedir que la historia le perdone el haber conseguido su 50° victoria –superando el récord de 49 triunfos al hilo de Rocky Marciano- ante un debutante.

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