BOXEO ARGENTINO

De barrendero a pelear por el título del mundo, el difícil camino de Brian Castaño

Hoy es una de las mayores promesas del boxeo internacional, y es firme candidato a colgarse el cinturón. Pero, mucho antes, barrió veredas por dos pesos. Pasado, presente y futuro del crack del pugilismo argentino. POR ANDRÉS MOONEY.

No es un arrebato caprichoso por intentar ocultar el sol con las manos. Tampoco se trata de pretender dejar en ridículo a los agoreros que, deseosos por llenarse con triunfos ajenos -¿motivados por frustraciones propias?-, ante la derrota reaccionan con la torpeza del peor de los médicos residentes, y confunden diagnóstico con autopsia. Hablar de Brian Castaño significa mucho más que husmear entre los boxeadores nacionales para ver cuál podría ocupar el trono que dejaron vacío el Chino Maidana y Maravilla Martínez; contar la historia del Boxi es narrar la vida de alguien que, desde el primer día en que se vendó las manos, promete volar tan alto como se lo proponga, mucho más allá de la tan mentada “crisis del boxeo argentino”.

Se subió a un ring 204 veces. Jamás le hicieron una cuenta de pie ni lo derribaron. Perdió sólo seis de 189 peleas que hizo como aficionado, cinco en el exterior -contra Oscar Molina, Gabriel Maestre, Myke Carvalho, Jack Culcay y Carlos Banteux- y una en la Argentina -que pudo vengar y en dos oportunidades: frente a Lucio Ríos, pupilo de Claudio Pachorra Moreno-.

Debutó con 46 (“con ropa”, aclara) y llegó a competir -y brillar, contra el olímpico ucraniano Serhiy Derevianchenko, a quien superó por 3-2 con Los Cóndores- hasta en 73 kilos. Ganó las 15 que realizó en el boxeo de paga, con 10 de esas victorias antes del límite. A los 27 años, está a días de vivir un momento tan soñado como esperable para quien hace rato demuestra madera para ganarse la vida a los golpes: el 26 de noviembre, disputará el título mundial interino de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB) contra el puertorriqueño Emmanuel de Jesús, en el Polideportivo Presidente Perón de González Catán, La Matanza (Buenos Aires), partido donde se crio la joya de Isidro Casanova.

“Para la pelea contra De Jesús estoy bien: fogueado, entrenado, guanteado y con muchas ganas. Hace más de un mes que sabía de la pelea, aunque hace poco me enteré de que es por título”, le asegura a A LA VER A DEL RING desde Los Ángeles, donde se prepara bajo las órdenes de Carlos, su papá y entrenador.

-¿No te gustaría entrenarte con Freddie Roach, como lo hace Jesús Cuellar, o con Robert García, como lo hacían el Chino y Fabián Maidana?
-Mi entrenador siempre fue mi papá Carlos. Realmente, estoy bastante cómodo con mi viejo. No tenemos nada que envidiarle a ninguno. Con laburo y sacrificio, se trabaja bien. Acá, la clave de todo esto es cuidarse, meter un buen campamento de dos o tres meses y, mientras tengas un buen técnico que sepa lo que es subirse al ring, es suficiente. En una pelea, los dos tenemos dos manos, se pelea con rectos, ganchos y cross, y arriba (del ring) varían vos, tu estilo y la determinación y corazón que le pongas a cada combate.

Así, con la receta casera de “determinación y corazón” que le enseñó su guía, supo conquistar logros más importantes que sus casi 200 victorias sobre el ring: aprendió a ganarse la vida en el difícil barrio de San Nicolás.

“Mi viejo era pintor de coches, chapista y barrendero particular: barría las calles por su cuenta. Yo, antes de boxear, también salía a barrer. Laburábamos con mi papá y mi hermano. Le golpeábamos la puerta a la gente y les preguntábamos si querían que les barriéramos. Barríamos lunes, miércoles y viernes, y los sábados pasábamos a cobrar. Así, capaz que a otra vecina le gustaba y le preguntábamos: ‘Doña, ¿quiere que le barramos?’. Cobrábamos dos pesos por casa y tres o cuatro, por una esquina. Mi viejo siempre nos mantuvo con el barrido y, después, nosotros nos empezamos a ganar la moneda así y podando árboles, cortando el pasto, juntando escombros y haciendo otras changuitas”, rememora el excampeón argentino y sudamericano amateur.

-¿Cómo fue esa infancia?
-Fue linda, no tuve una infancia mala ni sufrida. No teníamos las facilidades que tenían otras familias. Carecimos de algunas cosas, y es normal. Somos una familia pobre, de un barrio humilde: teníamos nuestra casita propia, pero sin la opción de comprarnos nuestras cosas, ni de estar siempre bien vestidos; teníamos lo justo y necesario, nunca nos sobró nada. En el colegio, terminé la primaria y, en la secundaria, hice hasta segundo año polimodal, pero mi viejo siempre me pudo mandar a estudiar. Pasa que eran momentos de rebeldía. Era el típico que se ponía al fondo a “romper las bolas” y volvía con malas notas.

-¿Y tu debut amateur?
-Debuté a los 11 años, con las famosas exhibición-peleas, contra un pibe de 16. Yo ya andaba bien, tenía el oficio del gimnasio, y ahí empecé a hacer esas “exhibiciones” en las que no había fallo: íbamos a pelear, nos recagábamos a palos, nos levantaban las manos, y a la casa. Así hice como 30 o 40, hasta que debuté en la FAB con licencia en un campeonato en el que salí campeón. En ese entonces, había pocos torneos. Por eso yo trataba de pelear por todos lados, viernes y sábados, y así hice 189 peleas.

Por la senda del Chino
Su futuro estuvo en manos de Osvaldo Rivero y Margio Margossian, dos de los tres managers/promotores que comandaron el boxeo argentino durante los últimos años. Sin embargo, siguió los pasos de Marcos Maidana y hoy pelea bajo la tutela de Sebastián Contursi, quien manejó la última etapa de la carrera del Chino. Y esos vaivenes, como era de esperar, generaron polémica y demasiado ruido en el universo enguantado.

“Cuando iba a debutar, lo estaba por hacer con Margossian, pero hubo cosas que no me gustaron y decidimos no firmar con él. Después, se acercó Rivero y acordamos de palabra. Luego me alejé por temas que no me cerraban en su formar de laburar. Cuando hice mi reaparición, la hice con Uocra, ellos organizaron la pelea pero necesitaban un promotor y, como Heraldo Cayuqeo (secretario general de la seccional La Matanza de la Unión Obrera de la Construcción) conocía a Margossian, este firmó y llevó el evento. Pero no firmé con él ni con Rivero”, explica Castaño.

-Alguna vez se dijo que estabas por firmar con Top Rank. ¿Fue verdaderamente así?
-Sí, estábamos hablando pero había un intermediario que estaba muy desesperado. Así que con mi viejo decidimos esperar y, al final, le dijimos que no. Nos cruzamos con Pileta (Gustavo Gómez Maidana, primo y confidente del Chino) y nos contactó para laburar con la promotora de Sebastián Contursi: firmamos con él, y laburamos junto con Al Haymon.

-Hoy, ¿quién creés que es el rival más difícil que podrías tener?
-El Canelo Álvarez.

-¿Cuál es tu máximo sueño?
-Coronarme campeón del mundo, ser el campeón indiscutido y supercampéon, libra por libra.

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