BOXEO ARGENTINO

Un fallo injusto privó a Castaño de la gloria absoluta

Conviene decirlo con claridad y sin la solemnidad que edulcora las injusticias: Brian Castaño fue perjudicado contra Jermell Charlo. Y es conveniente intentar explicarlo desde lo que dicen las normas pero, también, a partir de las hendijas de los sobrios reglamentos. Para eso, hay que empezar por desterrar mitos que, por instalados, pretenden erigirse como verdaderos.

Los famosos “rounds de campeonato”, la repetida “ley del visitante”, aquello de que “al campeón hay que noquearlo”, son todas construcciones sociales. Nada de eso aparece escrito en ninguna legislación. Que sea un “deporte de apreciación” no quiere decir que el boxeo esté obligado a albergar cualquier subjetividad posible sin chistar. La apreciación se explica, fundamentalmente, por la ubicación de los jueces que, a diferencia de un televidente, están sentados casi a la altura de los pies de los peleadores –lo que los obliga a mirar hacia arriba- y deben lidiar con las cuerdas, el árbitro y las posiciones que adoptan los peleadores a medida que se mueven e intercambian golpes. Por eso, los jurados están sentados en lados distintos del cuadrilátero: porque desde una posición podrían advertir acciones que desde otro lugar sería imposible, y viceversa.

Sin embargo, en el AT&T Center de San Antonio no hubo rounds con cruces feroces, que obligaran a un tercero a una atención obsesiva para determinar quién conectó más y mejor. Por el contrario, fue una pelea donde se arrojaron relativamente pocos golpes –lanzaron menos de 600 cada uno; en su anterior presentación, el bonaerense tiró más de 1.000-: Charlo, fiel a su costumbre, esperó para contragolpear y en esa pasividad cedió buena parte de los asaltos. Es cierto, en algunos capítulos hubo poca actividad, pero dentro de la escasez lo que sobrevoló fueron la iniciativa, la vocación ofensiva y la efectividad de Castaño. ¿Hubo rounds parejos? Sí, tres: el 5°, el 6° y el 12°. ¿Esa paridad redundó en disidencias en las cartulinas oficiales? No, los tres jueces le dieron a Charlo el 5° y el 12°, y dos le otorgaron también el 6°.

Hay malas tarjetas y hay tarjetas aberrantes. La del puertorriqueño Nelson Vázquez (117-111 para Charlo) fue un caso de estas últimas: de acuerdo a sus guarismos, si en un asalto el Boxi derribaba dos veces a su oponente tampoco le alcanzaba para abrocharse la victoria. De ahí que lo que sucedió el sábado fue que se midió con distinta vara el accionar de uno y otro peleador. Porque incluso Steve Weisfeld, el único que le dio el triunfo al matancero (114-113), empleó una rigurosidad reglamentaria infrecuente: anotó 10-8 para Charlo el 10° round, aun cuando no existió una caída, algo que reglamentariamente es posible pero que en la práctica abunda tan poco como los rounds empatados –que también están permitidos, pero que en los hechos se aplica pocas veces-.

Lo escrito en las líneas precedentes no pretende señalar como un neófito o un corrupto a quien haya anotado un empate. Pero el que así haya visto el choque unificatorio de los títulos superwélters debe saber, sí, que forma parte de un grupo minoritario: si uno reúne al azar 100 tarjetas de respetados especialistas, encontrará –números más, números menos- que 90 lo vieron ganar a Castaño, 8 (siendo generosos) puntuaron un empate, 1 lo vio ganar por 1 punto y otro (Nelson Vázquez) lo vio perder. El sábado, justo les tocó fallar la pelea a tres personas que forman parte de una inmensa minoría. ¡Qué mala suerte tuvo Castaño!

Las tarjetas oficiales.

FOTO: SHOWTIME.

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