BOXEO ARGENTINO

Segura sufrió y noqueó a Peralta, quien debió recibir asistencia respiratoria

La pelea tuvo sentido mientras fue pelea: es decir, hasta el 6º o 7º round. El resto, estuvo de más. Tan innecesario fue lo que pasó después, que casi termina en tragedia.

Tras ser noqueado en el 9º por Maximiliano “el Profe” Segura, Axel Peralta debió recibir oxígeno en el ring del Nono Luigi campo hotel de Oncativo, en Córdoba.

El boxeador oriundo de Villa Carlos Paz sufrió un cross zurdo espectacular que lo mandó al tapiz de forma riesgosa: su nuca “rebotó” contra la lona dos veces y, después de esos “latigazos”, permaneció durante varios segundos sin reaccionar. Aunque siempre respiró por sí mismo, no abría los ojos ni respondía a estímulos. Por eso, recibió asistencia respiratoria para, al cabo de unos instantes, “despertarse”, recuperar el habla y devolverles la tranquilidad a todos los que el viernes vieron el combate por el título sudamericano superligero que defendió el mendocino.

Peralta había demostrado que tenía con qué para justificar el choque, pese a que no estaba rankeado, no pertenecía a la categoría –es un ligero que hasta puede dar superpluma- y no cumplía con la condición de ser fondista.

En el 2º capítulo, el pupilo de Daniel Schueri hizo valer su potencia y, merced a un cross diestro, derribó al púgil cuyano. Pero no pudo aprovechar el momento de quiebre y su oponente, que a partir de allí y hasta el final del pleito comenzó a sangrar de la fosa nasal derecha, se recuperó.

“El Profe” quiso enterrar el fantasma del nocaut que vivió contra Néstor Maidana –quien en 2019 lo liquidó en el 1º capítulo y le sacó el invicto-, y salió a intercambiar golpes sin importarle ni su fractura de nariz ni lo que le llegaba de enfrente. Como queriendo demostrarse a sí mismo que era capaz de sortear la adversidad, se jugó el pellejo y revirtió las acciones. El dirigido por Fabián Sosa tiró en cantidad y en calidad, y empezó a demoler a un Peralta que se convirtió en un abatido blanco fijo. Es cierto, el que sangraba era Segura, pero el que sufría era Peralta.

Ese padecimiento no lo advirtió el rincón del cordobés, y el púgil continuó recibiendo castigo innecesario. Aferrados a la ilusión de encontrar el nocaut que se les escapó en el 2º, estiraron la quimera de forma peligrosa: ¿cuántas tragedias hay que soportar por la esperanza de ver un nuevo Roña Castro-John David Jackson?

El último desatino lo cometió el árbitro. Cuando Peralta cayó tendido, en lugar de suspender la cuenta inmediatamente y decretar el nocaut técnico para que los médicos asistan rápidamente al boxeador, Julio Gómez optó por completar la cuenta.

Esta vez, lo que pudo terminar en catástrofe tuvo final feliz. Pero la lección debe servir para entrenadores y autoridades: la fatalidad en el boxeo se produce en un instante, en un round de más, en un segundo que, una vez que transcurrió, pretender volver el tiempo atrás puede ser demasiado tarde.

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