BOXEO ARGENTINO

Aggiornamiento brutal 2.0

Cada vez más alejada de la gente, aficionados y prensa, prácticamente sin información accesible, sin web, con una app caída y resoluciones polémicas, al filo del reglamento y difíciles de chequear, así está la FAB en 2023.

Por GUSTAVO NIGRELLI (especial para A la Vera del Ring)
La FAB ha decidido desde hace un tiempo ponerse a la vanguardia en materia comunicacional, y ser la primera -tal vez única- entidad a nivel mundial en no tener página web, hoy en día considerado una antigüedad para quienes marcan el rumbo.

La nueva ola es manejarse solamente con redes sociales a través de posteos, ya sea de Instagram o de Facebook, para que los usuarios entren, averigüen, busquen, se esfuercen, y obligar a aquel que no posee ninguna de ellas -pero le interesa lo relacionado a la FAB- se saque una cuenta, y así ayudarlos a entrar en el “nuevo mundo”.

Impuso además bajar una app de la entidad, donde estaba todo lo inherente a la misma, en especial los ránkings argentinos actualizados, masculinos y femeninos, con el estado en que se encuentran tanto el argentino como el sudamericano, en un servicio completo que realmente fue fructífero y práctico mientras duró, porque ya no anda más. Fueron unos interesantes meses, un año y monedas de vida, pero ya.

No obstante se sigue promocionando tal app por TyC Sports como algo reciente y novedoso, por lo que evidentemente la tecnología de punta aún no ha llegado bien entre los propios, y hay cosas por ajustar.

La FAB se nota que está modernizada. Todo de última generación, computarizado, de avanzada. Tanto, que el flamante presidente, el Dr. Luis Doffi, tiene en su oficina una pc “invisible”, que funciona holográficamente, y entre los empleados se comunican por telepatía entre las distintas áreas.

Así también ocurre con la prensa y los diferentes actores que la rodean, habiendo convertido a la actividad -y a la misma entidad- en potencia mundial, con los nuevos desarrollos del marketing, desconocidos hasta hace unos pocos años en esta parte del mapa.

Se ha adoptado últimamente la original costumbre de organizar veladas donde a falta de uno hay tres títulos en juego, porque ya no se da abasto.

Se han reemplazado los poco relevantes interinos y plata por los títulos latinos lisos y llanos de las cuatro entidades, y cobraron auge los abandonados sudamericanos, en un continente donde casi no hay boxeo profesional, es decir, hay boxeadores, pero no hay boxeo. Como para dar un ejemplo, boxeadores sueltos que en ese contexto tienen el mismo valor que tendría un astronauta en el desierto.

En Sudamérica, salvo en Argentina, prácticamente no hay campeones nacionales que ameriten pelear por una corona sudcontinental. Ni en Uruguay, ni en Chile, ni en Paraguay, Bolivia, Perú, ni siquiera en Colombia y Venezuela, que no poseen ránkings internos ni campeones propios. ¿Ecuador? Tampoco. Quizás haya algún brasileño en alguna categoría, no en todas.

¿Qué sentido tienen entonces los títulos sudamericanos? Sería como hacer un campeonato de asadores en un restorán vegano.

Los latinos, al menos, si estuviesen bien manejados y hubiera un ránking serio –sólo algunas entidades lo tienen- serían más justificables porque incorporarían a países de Centroamérica comparables al nuestro, y así acabar con las polémicas de qué reglas usar en cada caso. Se usan las del país con más campeones, o la del país organizador, y punto.

Ahora bien: tener todas las noches dos títulos latinos, un argentino, o un sudamericano, todos entre púgiles mediocres, o con rivales que vienen para cumplir, sin ningún mérito propio más que el de haber sido seleccionado para la ocasión –y a perder-, ¿jerarquiza o desvaloriza la velada?

Periodística y promocionalmente, no tener una cabeza que anunciar que arrastre a las demás peleas, debilita, divide el protagonismo. Vale decir, siempre es preferible tener un protagonista central, o una pelea fuerte, antes que tres de medio pelo. Las otras podrían ir igual, pero para qué inventar un sudamericano traído de los pelos, generalmente entre argentinos, o con un vecino que viene a la carta.

Hace un par de sábados sacaron de la galera al bonaerense Christian Andino para que disputara el sudamericano welter contra el porteño Leandro Fonseca en Cutral-Có, Neuquén, y el pobre Andino se la pasó agarrando y huyendo, coqueteando con la descalificación hasta abandonar antes de salir al 9º. ¿Es digno eso de un retador sudamericano?

Ninguno de los dos era campeón argentino, pero Fonseca al menos estaba 1º en el ránking, mientras que Andino ni figuraba en la app desactualizada. Posteriormente al combate dicen que lo incluyeron 6º, pero se habían olvidado de subirlo a las redes. Sin palabras.

Nada sería tan grave si la pelea hubiese sido a 8 rounds, o a 10 –quizás-, con el mismo dinero a repartir, sin desprestigiar un título que ya no tiene razón de ser y debería desaparecer, porque está para coronar fantasmas y seguir regalando prestigio. O bien, para acumular críticas. Nadie se va a morir porque desaparezca algo que ya está muerto de muerte natural.

El último sábado pelearon en Gral. Villegas por el sudamericano superligero vacante -entre uno de los tres títulos en juego que se pusieron de moda-, las argentinas Yamila Reynoso y Sofía Rodríguez, que vaya uno a saber si estaban en el ránking o no, porque aún no nos llegaron las ondas virtuales telegráficas, pero la primera (a la postre, la vencedora), tenía 9 derrotas en sus últimas 10 peleas, y la segunda subió con las últimas 3 perdidas, la última por KOT 1 en diciembre pasado. ¿Se honra o se deshonra así una corona que además ni escalafón posee?

El problema es que nadie chequea nada, ni interesa demasiado. Hoy en día la política es que uno se informe por las suyas, contrariamente a lo que pasa en el resto del mundo, aunque el discurso es acompañarlo y aggiornarse. En el universo informático, ésta te persigue por donde quiera que vayas, te bombardea desde todas las plataformas y aparatos, incluso por demás.

En el boxeo, en particular en la FAB, se está más allá. Parece que ya se pegó la vuelta, se trascendió ese anacronismo. Tenés que adivinar, intuir, o arremangarte para encontrar lo que te interesa, aunque “solamente” lo uses para brindarle un servicio a la gente, algo que se supone debiera interesarle más a la propia entidad que al periodista, salvo que tengan más cosas para ocultar que para mostrar.

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