BOXEO INTERNACIONAL

Camino cerrado: ¿machismo o violencia de género?

El desafío de Claressa Shields a Keith Thurman se hizo viral, dividió aguas, pero más allá de todo expone a la sociedad -según las reglas con las que hoy vive- a pecar de una cosa u otra. ¿En dónde estamos parados?

Por GUSTAVO NIGRELLI (especial para A LA VERA DEL RING)
Fue la semana pasada que la autodenominada GWOAT (La Más Grande de todos los tiempos) en lo que refiere al boxeo, la estadounidense Claressa Shields, movió el avispero del mundo de los puños al desafiar vía redes sociales al ex campeón mundial welter, su compatriota Keith Thurman, quien a “prima facie” aceptó el reto, no muy convencido.

¿Por qué a él?, se pregunta el propio Thurman, quien en principio recogió el guante con la condición de que sea una exhibición caritativa para alguna Fundación, con el fin de recaudar plata, y así dejarla a ella “mostrar sus habilidades”.

Es más; propuso usar sólo su jab, guantes más grandes, y que ella use unos más chicos además de careta (cabezal), ya que no le entusiasmaría pegarle a una chica en la cara.

No fue eso lo que en realidad le propuso Shields. Ella sostiene que puede vencer a cualquier hombre boxeando en un combate “en serio”, porque hace 17 años que guantea contra ellos. Y para refrendarlo subió un video:
https://www.youtube.com/watch?v=H_PasAAssyw

La respuesta de Thurman fue como tirar la pelota afuera. Si uno lo analiza bien, se entiende el porqué: es como quedar entre la espada y la pared. Ése es el planteo que propone hoy esta sociedad. ¿Podría una mujer pelear contra un hombre, más allá de quién gane? Hete aquí la disyuntiva.

El problema ineludible es que quien argumente que no –la mayoría-, no podría escapar a la auténtica concepción de “machismo” que es (o debiera ser) la igualdad de derechos de la mujer ante la ley (y la sociedad).

No son –curiosamente- los slogans de moda como el “ni una menos”, “igualdad de cupos”, “igualdad de ganancias”. Ni siquiera la falacia de la “igualdad de género”, que pretende establecer que somos todos iguales.

Hay que tener dos dedos de frente como para advertir que, por el contrario, lo que uno tiene largo el otro corto (y viceversa), lo que a uno le sale al otro le entra (y viceversa), donde uno es cóncavo el otro convexo (y viceversa), y que hasta en el acto amatorio uno precisa de rigidez y el otro de dilatación, todo por designio de la madre naturaleza. Somos más bien opuestos, y por ende, complementarios, lo cual no les da a unos más derechos que a otros de hacer, decir, pensar, ni elegir.

Tornillo y tuerca. Misma importancia más allá de las funciones, porque está visto que dos tuercas solas no pueden ajustar nada sin un tornillo, ni viceversa.

Hace 20 años (un poco más), se creía que la mujer directamente no podía boxear, y hasta había “fundamentos científicos” indiscutibles e inapelables que lo “demostraban”. El tiempo demostró lo falible que es la ciencia, tanto en ese punto como en tantos otros a través del tiempo.

El argumento que esgrimen quienes se oponen a que se enfrenten dos géneros, en principio es que se presupone que ganará el hombre por ser más fuerte, y que hasta puede dañarla. (No siempre en boxeo gana el más fuerte). Pero de fondo se esconde un prurito cultural, que cuesta blanquear.

Siempre hay uno que gana y otro que pierde, y en boxeo, en el 99 % de los casos se sabe de antemano quién será. Pero es tan noble que si se respetan sus reglas, éstas mismas se encargarán de evitar desgracias. Incluso hay formas de establecer hándicaps que compensen diferencias, como ventajas de peso físico, o en los guantes.

Obviamente, se está partiendo de la voluntad de ambos, que es lo primero a contemplar, sin que nadie obligue a nadie, y siempre y cuando los dos se encuadren dentro de los requisitos deportivos y reglamentarios de la práctica activa del boxeo. Pero jamás el resultado puede ser condicionante para ejecutar un deporte o una competencia, porque entonces nadie podría pelear contra Tyson, Alí, Leonard, Mayweather, etc, ni jugar contra Federer, Nadal, o Djokovic, salvo unos pocos.

Y en base a tal razonamiento, ¿por qué una mujer que “la rompa” tampoco podría jugar de 9 en un equipo masculino profesional? (Está prohibido por reglamento. Eso es el verdadero machismo).

Definitivamente, oponerse a todo esto es una conducta machista, máxime cuando se da por sentado que quien perderá será la mujer, exclusivamente por pertenecer a ese género. Y puede que sea así, pero tal vez no en el 100 % de los casos, por lo que tanto uno como otro tienen derecho a probar y demostrar quién sí y quién no.

Ahora bien; de efectuarse la disputa y suceder lo que todos piensan -que el hombre imponga su fuerza, domine, golpee-, ¿cómo no llamar a eso “violencia de género”, tal la ideología imperante? Ni hablar si llega a haber un KO, o una paliza, aunque éste se abstuviera de provocarla, ya que ancestral y culturalmente el hombre tiene en su ADN como competidor a otro hombre, no a una mujer.

Ahora, ¿si fuera al revés? ¿Se lo denominaría “violencia de género”? Es más; ¿lo sería? En una sociedad justa –como la que se propone-, lo lógico sería la reciprocidad. ¿O la violencia es cuestión de género? ¿Será que deberá aclararlo el “Colectivo Feminista”?

Mientras tanto, por acá la violencia es violencia, venga de donde venga, sin distinción de sexo, raza, edad e ideología. Y no sólo tiene que ver con la física, sino también con la verbal, la sicológica y la de clase, estas últimas quizás mucho peores.

Por eso llama la atención que un tema tan serio aún no haya sido abordado por el feminismo. Tampoco lo han hecho en deportes como el fútbol, básquet, rugby, etc, donde compiten por separado, u otros como el vóley o el tenis, que son sin contacto, salvo el caso del doble mixto y hasta por ahí nomás, ya que en la práctica pelotean hombre con hombre y mujer contra mujer, y está mal visto que él se la juegue a ella (no a la inversa).

Sin embargo se impuso el slogan “ni una menos”, que parece tener menos balance, ya que infiere que “uno menos” sí. En una sociedad equitativa e igualitaria, lo ideal sería “ninguno menos”.

Cuesta entender entonces cómo los que proclaman tal igualdad instalando algo tan poco igualitario, no hayan reparado en una cosa tan injusta y discriminatoria como la inclusión competitiva entre los sexos, ni intentado hacerlo, aunque más no sea para echar luz sobre el tema, o marcar un rumbo que nos exima a todos de estas incómodas deliberaciones que generó Clareesa.

Es que así las cosas, según la ideología vigente, de una forma u otra estamos condenados a ser machistas o violentos, sin tercera opción ni términos medios, como en las falsas profecías. ¿En cuál de las dos posturas se siente ud. más cómodo?

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