BOXEO ARGENTINO

Entre bueyes no hay cornadas

Con su victoria en Barranquilla Yesica Bopp retuvo el título mundial minimosca AMB y quebró el récord de longevidad como portadora de una corona, sin distinción de sexos. ¿Mérito propio, o circunstancia?

Por GUSTAVO NIGRELLI (especial para A LA VERA DEL RING)
El triunfo de Yésica Bopp del último sábado en Barranquilla, por KOT 4 ante la venezolana Johana Zúñiga, es digno de felicitar. Primero por su rendimiento personal -que parece haber recuperado-, y segundo por lo estadístico.

Retuvo su título mundial minimosca AMB por 23ª vez consecutiva y prolongó su reinado a casi 13 años ininterrumpidos (faltan 2 meses), algo que constituye un récord absoluto en ese ítem sin distinción de sexos, superando al hasta entonces dueño del mismo, el chubutense Omar Narvaes.

Pasado en limpio, ningún campeón en la historia del boxeo –hombre o mujer- ostentó durante tanto tiempo una corona de corrido como la Tuti. No es poco.

Pero en el pequeño mundo del boxeo, todos sabemos todo -o casi-, y a veces hablamos sólo para los de afuera, que son los más, y entienden menos. No se puede obviar que lo hizo ante una rival que si bien marchaba invicta en 16-0-0, 9 KO, y 12º en la AMB, jamás había peleado contra una rival de record positivo y siempre a no más de 4 vueltas, salvo la última -hace 3 meses-, en que lo hizo a 8.

Mucho mérito para estar clasificada no tenía Zúñiga, y menos para ser retadora mundialista, si queremos hablar en términos serios, como a veces corresponde.

La tiranía de los números cada tanto se empecina en gobernar por sobre realidades que no los respaldan, y allí es donde se provoca un conflicto que parece no tener lógica. ¿Son estos records del boxeo femenino argumentos válidos como para justificar el reclamo a la igualdad en las bolsas entre hombres y mujeres?

Habría que tomar de una buena vez una posición sobre el boxeo femenino, porque no es posible abarcar todos los antagonismos, esgrimiendo un criterio para cada ocasión, según conveniencias.

En el masculino, es difícil –por no decir imposible, ya que no chequeamos todos los casos uno por uno- encontrar a un rankeado de esas características. Y seguramente en la historia no habrá habido un retador que haya peleado por una corona sin haberle ganado aunque sea alguna vez a un rival de record positivo.

Esa clara ventaja –licencia- no se tiene en cuenta a la hora de argumentar reclamos de mejores bolsas en el boxeo femenino, que se equiparen a la de los hombres.

Los poco exigentes –o inexistentes- niveles de oposición para construir records o conseguir objetivos, en la práctica no impactan en el negocio como para poder exprimirlo acorde. O una cosa, o la otra: la facilidad barata, o la dificultad cara.

Sin embargo resuenan las quejas de diferentes tipos, respecto a las desigualdades económicas –especialmente- en este rubro. Es cierto; cobran menos. Pero hay una razón crucial: la misma por la cual Tyson, Canelo Álvarez, Mayweather, de la Hoya, etc, cobraban (o cobran) también mucho más que sus pares masculinos, o -yendo a otro deporte- por la cual con Messi o Cristiano Ronaldo pasa lo mismo respecto del 5 de Aldosivi –con todo respeto, por nombrar al azar-.

Ni siquiera las bolsas de un grande como Omar Narvaes -en su momento- podían compararse a las del primer nivel, pese a que era un top mundial y a que en su en su foja hay campeones, retadores obligados, y varios que han reinado después. El problema era que entre otras calamidades pertenecía a categorías chicas y peleaba en casa. Y el contexto condiciona la paga.

Los rivales de las super figuras, sin embargo, tienen un cachet diferencial, porque ellos contribuyen a las superpeleas entre mega estrellas. Y cualquiera que resulte perdedor de ellas es en lo comercial mucho más que la Nº 1 femenina libra por libra del momento, que tampoco está claro quién es.

Así es el negocio del boxeo y la ley de la oferta y la demanda, que no se rige ni por sexos, ni por atributos técnicos, excelencias deportivas, o estadísticas, sino por lo que cada cual genera en el mercado.

Y en ese sentido, gozar de los beneficios de ir cuesta abajo, conspira contra los que produce el de ir cuesta arriba, tomando riesgos ante un “igual” (o similar), cosa que no sucede en el 99 % de las retadoras de nuestras campeonas. Digamos todo.

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