BOXEO ARGENTINO

Jab de izquierda

Comenzó antes el boxeo en forma clandestina que oficial, violando protocolos, con boxeadores suspendidos o cancelados por la FAB, y sin permiso ministerial que se conozca. Fue el viernes pasado en Pilar. ¿A quién se le escapó la tortuga?

Por GUSTAVO NIGRELLI (especial para A LA VERA DEL RING)
No quedará en la historia, seguramente. Menos como una hazaña, aunque algunos puedan sentir orgullo, e incluso ensayar alguna mofa. La cuestión es que mientras la FAB esperaba la firma de Santiago Cafiero como Jefe de Gabinete de la Nación para poder hacer boxeo este viernes en Luis Guillón, el viernes pasado en Pilar –al final no fue en el predio de la UOM de Vicente López, como la cortina de humo indicaba- hubo boxeo en forma clandestina, violando todos los protocolos habidos y por haber, se supone –o se quiere creer- que con la venia del intendente de la zona, Federico Achával.

Achával es el mismo en cuya intendencia, en medio de la fase 1 de la cuarentena, le jugaron al paddle, algo que le costó la cabeza al subsecretario de Deportes de la ciudad de Buenos Aires, Luis lobo, y al subsecretario de Gobierno y Economía de Tigre, Fernando Lauría.

Aquella vez, el intendente de Pilar hizo cerrar el complejo y declaró el hecho como “insólito”, afirmando con fuerza que “los protocolos están para cumplirse”.

Pero el viernes en Pilar, donde pelearon los bonaerenses Esteban “Ringo” Juárez y Ezequiel “Chiquito” Zárate por el título argentino pesado del CABP (Consejo Argentino de Boxeo Profesional, entidad con personería jurídica avalada por la IGJ, pero sin predicamento deportivo), volvió a suceder.

Primero, porque si la FAB aún no tiene el permiso, el CABP seguramente tampoco, y de hecho aún nada de esto fue autorizado oficialmente. Segundo, porque no sólo hubo público no esencial -entre ellos, los boxeadores Yamil Peralta (el mismo que va a combatir bajo reglas FAB este viernes), el ex campeón mundial superligero FIB, César Cuenca, y el integrante de la Selección Nacional olímpica que intentará clasificarse a Tokio 2020, Francisco “Bebu” Verón-, sino que había periodistas. Tercero, porque era estadio cerrado. Y una tribunita con gente. No debería.

De más está decir que los protocolos aprobados por el Ministerio de Salud de la Nación, más allá de que para que se apliquen antes debe existir una autorización, no contemplan toda esta fauna extra. ¿Alguien controló, legisló, permitió, aprobó, sin que los demás sepamos, o directamente hicieron la vista gorda y se pasaron todo por los pantalones?

El presidente del CABP, Eduardo Palombo, se enoja cuando a su entidad se la considera ligeramente como “trucha” en la jerga periodística, porque exhibe un papel que atestigua el aval de la Inspección General de Justicia, pero a la luz de lo acontecido el viernes, da motivos para el adjetivo. Sin embargo, pretende funcionar como Federación en paralelo con la FAB.

Quizás no le importe, apañado por influencias políticas y/o gremiales bajo las cuales consigue ventajosas condiciones y privilegios que yendo por derecha demoran más. Sus adeptos sacan pecho, y se jactan de que “volvió el boxeo”, como si esto lo fuera, y como si el CABP organizara festivales semanales todo el tiempo y sostuviera la actividad anualmente. Hacía tiempo que no organizaban algo, y su actividad a decir verdad fue siempre a cuentagotas.

Se alimenta –eso sí- del descarte de la FAB, es decir, con aquellos púgiles a los que les retiran la licencia por baja performance, o los suspenden, ya sea por lesión, edad, o nivel. De hecho, tanto Zárate (suspendido definitivamente) como Juárez, venían de perder 6 de sus últimas 7 peleas, 5 de ellas por KO el primero, y las últimas 6 el segundo, 3 de ellas por KO (la última por KOT 1). Y fue éste (Juárez) quien ganó por puntos, y ahora es el campeón argentino que exhibe orgulloso el CABP. ¿Ése boxeo defienden algunos?

Todo esto apoyado por la UOM de Vicente López y la CGT Zona Norte como destacados de una suerte de gremios que se autodenominaron “Boxeo Sindical”, que por el comportamiento en las redes sociales -donde prevaleció la palabra “carajo”- semejó a patota.

No es la mejor imagen para el boxeo, al menos, para el boxeo que se busca. Cuanto más independencia política, más transparencia y credibilidad, porque una cosa es el apoyo silencioso, y otra la toma de posesión de un festival, donde sólo priman los intereses creados, que luego serían difíciles de erradicar.

Angustia que esto no sea advertido por algunos actores que se suponen neutrales y dicen amar al boxeo, o que sean arrastrados por la vorágine, porque es el principio del fin.

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