BOXEO ARGENTINO

Se escribe con “C”

¿Corzo? No. La palabra con la que podría definirse al arbitraje que le posibilitó la victoria al “Pacman” por KO 3 ante el venezolano Fernando Brito el viernes pasado en Catamarca, después de haber caído en el 1º round y haber estado groggy más de 10 segundos.

Por GUSTAVO NIGRELLI (especial para A la Vera del Ring)

En el combate del viernes pasado en el Fray Mamerto Esquiú de Catamarca, donde el local Pablo “Pacman” Corzo venció por KO 3 al pegador venezolano Fernando Brito -34 años, récord de 10-0-0, 10 KO-, el árbitro Julio César Gómez se sumó a la penosa y larga lista de los que con su accionar localista avergüenzan, desplegando el catálogo de lo que no hay que hacer en esa delicada función.

Corzo -quien ya es hora de que abandone esa actitud irrespetuosa, maleva y burlona sobre el ring- consiguió la victoria no sin antes haber caído en el 1º, merced a un cross zurdo de su rival que lo dejó contando ovejitas, rememorando a Coggi-Eder González en Tucumán, y desnudando una -hasta ahora- desconocida fragilidad de mandíbula como para apuntar al máximo nivel.

Cierto es que el venezolano poseía una pegaba picante que lo denunciaba su récord, pero no será el primero ni el último a nivel internacional en tenerla, con el agregado de un mejor boxeo y juventud.

Fue entonces cuando los “buenos oficios” del árbitro Gómez lo ayudaron a sobrevivir hasta que terminó la vuelta, cometiendo una disimulada serie de irregularidades reglamentarias que pueden sonar inocentes, pero que fueron maliciosamente arteras.

Luego, en el 2º todo cambió, porque Corzo revirtió la lucha, le provocó una cuenta y vapuleó a Brito, quien al sonar la campana para el 3º se quedó parado en su esquina sin salir a combatir ni hacer señal de abandono, escuchando la cuenta de pie mientras su rincón le desataba los guantes protestándole al árbitro su accionar.

Es que hizo méritos de sobra para justificar tal protesta.

De entrada nomás, en la charla previa del centro del ring, los púgiles no se dieron el saludo reglamentario porque el catamarqueño lo negó, y el árbitro, que es una de las pocas cosas que debe controlar en ese acto -sino la única-, o no lo notó, o lo dejó pasar, a cuál peor.

En el boxeo, ese saludo como el del último round es obligatorio, porque marca que la pelea será un pacto de caballeros y respetarán las reglas. Quizás traicionado por su conciencia, Gómez comenzó a romperlas desde el vamos.

Y todo se evidenció con la pronta caída del catamarqueño, en donde tuvo que abrir el manual del localismo y empezó a desplegar las siguientes faltas: 1) Contó con reloj de arena y ganó segundos valiosos apelando a recursos incomprensibles e inexistentes; 2) permitió que en la esquina “lo atendieran”, que le dieran agua y mojaran la cabeza; 3) no le descontó un punto por arrojar intencionalmente el bucal para hacer tiempo.

Con eso bastó. Técnicamente, Corzo había perdido por KO 1. Sin embargo retuvo el FEDELATIN supermediano AMB merced a un arbitraje desleal que desgraciadamente es común ver en escenarios propios y ajenos, y que, sean para quien fuesen, son dignos de repudio.

Así es como se mancha al boxeo y alimenta la corrupción que prolifera en cada rincón del mapa, sea en lo político, social, comercial, jurídico, etc, que todos aborrecemos, pero nadie se reivindica dando el ejemplo cuando le toca el turno.

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