Alberto Palmetta no hizo honor a su leyenda ante el colombiano Yeis Solano el último sábado en Las Vegas, pese a vencerlo por puntos. Fue en fallo dividido, ajustado, duro. ¿Era necesario? ¿Hasta dónde es “negocio” ese riesgo?
Por GUSTAVO NIGRELLI (especial para A la Vera del Ring)
“Boxeo inteligente” fue el slogan que Alberto Palmetta eligió para autodefinirse como boxeador desde el amateurismo, como caso único conocido con frase en el mundo. Y no posee apodo, más que su hipocorístico familiar “Beto”.
El ex capitán de la Selección Nacional de Boxeo Amateur (Los Cóndores) bajo ese principio ponderaba la estrategia por sobre cualquier otra valencia para equiparar condiciones adversas contra otros púgiles quizás más fuertes, o mejores técnicamente, con lo cual no sólo llegó a ser olímpico en Río 2016, sino también vencer a referentes continentales como el venezolano Gabriel Maestre.
Pero de pronto cambió su estilo; quizás como profesional, quizás un poco antes, pero lo cierto es que poco a poco se fue convirtiendo en un peleador, y una vez adentrado en la maquinaria rentada, entendió –razonablemente- que ese estilo lo llevaría más rápidamente a sus objetivos y tal vez a ganar más dinero.
La inteligencia puede sugerir usar fuerza cuando esta conviene, cuando se percibe que es el camino adecuado y más corto. Pero muchas veces implica lo contrario, y justamente es ella quien determina cuando sí y cuándo no.
Inteligencia es adoptar el estilo que conviene para cada ocasión según el rival con relación a uno mismo, y eso es lo que no hizo Palmetta el último sábado en el Mandalay Bay de Las Vegas, donde le costó un parto vencer por puntos (en fallo dividido) al colombiano Yeis “El Tigre” Solano.
Peleón de cabo a rabo, palo y palo en el centro del ring, girando en endemoniado remolino sin siquiera rozar las cuerdas durante 8 asaltos, el Beto entró en el juego del colombiano, al revés que cuando era amateur. Y en vez de hacer valer su mejor clase y jerarquía internacional, se limitó irracionalmente a probar quién aguantaba y pegaba más.
La única ficha que tenía Solano para vencerlo y sacarle su expectante sitio mundialista era ésa: la fricción; lo único que Palmetta no tenía que hacer.
Empecinado, algo enceguecido, suponiéndose superior y confiando en su estado físico, fue a cazar al caimán al pantano en vez de sacarlo de él. Y ambos en el barro, terminaron sucios por igual, uno un poquito más, otro un poquito menos, pero en el barro. A todas luces no era la forma.
Ante un zurdo –ambos lo eran- primeramente hay que caminar al revés (en sentido horario), y Palmetta lo sabe. Mas no lo hizo. Lo peleó todo el tiempo en la media y corta distancia, que a Solano le calzaba como bota al pie, en vez de alejarse y jabearlo, o primerearlo con la derecha boleada -o en upper si se acercaba-, pero lateralizando, corriéndose hacia su izquierda.
¿Con qué objeto demostrar guapeza ahora, arriesgando todo en una pelea a 8 asaltos ante alguien que está por debajo suyo?
Cierto es que querría mostrarse ante los popes de PBC para entrar en las grandes ligas, pero Solano no era el rival indicado para eso, y mucho menos de esa forma. Fue como apostar todo a un plenazo sin estar necesitado; pudo haberle salido el tiro por la culata. El mérito es que prevaleció –aunque mínimamente- en terreno adverso y ganó de guapo, pero sin inteligencia, cuando su esencia pide que no la descarte, porque no es obligatorio cambiar de raíz un estilo para agregar otro.