BOXEO ARGENTINO

¿El tiburón o el león?

Aunque ambas eran “Panteras”, Farías y Moneo pertenecen a distintos territorios naturales de combate, e hicieron una lucha “de campo” en la Fecha FAB 9 del viernes pasado. ¿Quién prevaleció y por qué?

Por GUSTAVO NIGRELLI (especial para A la Vera del Ring)

En la calle no hay reglas, como en el boxeo. Por eso, según el escenario que se elija, entre los mismos protagonistas puede acontecer un resultado diametralmente opuesto en una pelea.

Lo sabe ahora Érica “La Pantera” Farías, quien el viernes pasado perdió por puntos ante su casi homónima, la uruguaya Maira “La Panterita” Moneo, en el marco de la Fecha FAB 9 realizada en el Casino Bs As por la corona FEDELATIN ligero AMB, que –dicen- era también eliminatoria al título mundial unificado de esa división, que ostenta la irlandesa Katie Taylor.

Usar la cabeza como tercer puño, avanzando con ella por delante de la línea de los pies, es un acto tan ilegal como pasar un semáforo en rojo, pasible de descuentos de puntos y descalificación, aunque no haya cabezazos de por medio. Y si los hay, con mucha más razón.

Esto deben aprenderlo de una buena vez todos los árbitros, y luego, aplicarlo, cosa que no hace el 99 % y tampoco hizo Hernán Guajardo, que se la pasó advirtiendo sin éxito eternamente, sin efectuar sanción alguna.

De haberlo hecho, Moneo no hubiese pasado el 3º round, porque hubiese sido descalificada, o en el mejor de los casos, perdido varios puntos fatales para la sumatoria final.

Claro, había bronca previa -según confesó la uruguaya post pelea-, que desató la Pantera en el pesaje –suele hacerlo-, al irse de boca y decirle “uruguaya de m…”

Pésimo. Aunque común en el folklore boxístico desde que éste nació.

Sucede que una cosa es la previa, las provocaciones y bravuconadas, la pirotecnia verbal, el mal llamado “show”, y otra la pelea en sí entre las 16 cuerdas, algo que no todos saben separar.

Moneo trasladó al ring toda esa bronca, por lo que el combate no fue de box, sino una trenzada a la salida de un boliche, donde los guantes impidieron agarrarse de las mechas, o arañarse, de haberse podido.

De hecho, ya a los pocos segundos del 1º round, Farías tenía un chichón impresionante en la frente, que ni Tyson podría hacer con 10 onzas de relleno en los puños.

Cualquiera se da cuenta que eso fue un evidente cabezazo, o a lo sumo un choque. Ya eso ameritaba llamar al médico de turno y ponerse firme, redoblando la atención. Pero Guajardo la dejó pasar.

No se necesitó mucho más para advertir quién era la que se abalanzaba como un avión de guerra sobre su rival, generando peligro, obligando a correrse y cambiar estrategias forzosamente, provocadas por ilegalidades.

Pero no fue eso sólo. Moneo pegó después de la campana, no acataba la orden de break, o pegaba tras ella. Y hablaba, cosa que tampoco se puede, menos de manera agresiva, desafiante y descomedida. Para ella el ring fue la venia para dirimir las ofensas del pesaje teniendo vía libre. Y Guajardo se lo permitió.

Ahora bien, Farías, que fue varias veces campeona del mundo, que peleó con todas las grandes, que era la de mayor experiencia y oficio, no supo resolver un ABC elemental, como cuando el oponente avanza ciego, a lo toro. Y no era nada del otro mundo: si falla el anticipo con el jab o el directo, está el pivoteo y levantar el uppercut para que el rival se lo clave solo.

Pero no. Quedó atrapada en el jeroglífico madre, que la hizo apelar a su clásico amarre, que como todo vicio ancestral es recurrente y aparece en situaciones límites.

No está prohibido agarrar. Es un recurso defensivo no puntuable, cuyo abuso está penado, porque lo que está prohibido es la falta de combatividad y conducta pasiva, que no era éste el caso.

Y si lo fuera, para nada es comparable agarrar con mal usar la cabeza y demás agresiones y desacatos de Moneo. Guajardo apercibió verbalmente un poco a cada una, repartiendo culpas y retos, equiparando infracciones como si fueran iguales.

Así, con esas reglas de calle y el boxeo de lado, ganó la favorita en ese terreno. Quizás haya sido justo, porque Farías fue la que lo eligió involuntariamente antes de subirse al ring. Una buena lección. Habría que ver si pasaba lo mismo con leyes deportivas, abajo y arriba.

Foto: Boxeo de Primera.

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