BOXEO ARGENTINO

Nafta en el incendio

La afeitada en cámara al brasileño Michel Da Silva en el Casino Buenos Aires, rival de Mirco Cuello, en vez de arreglar un problema lo evidenció. Y por acción u omisión, resaltó otros peores que no se atienden, o -lo que es peor- se ignoran.

Por GUSTAVO NIGRELLI (especial para A La Vera del Ring)
Todos habrán visto extrañados el hecho insólito –e inédito- de cómo en el vestuario de un estadio –el Casino Buenos Aires, más precisamente-, se afeitaba a dos máquinas y pasta dental a modo de lubricante, la barbilla y el bigote del boxeador brasileño Michel Da Silva antes de subir al ring, donde lo aguardaba nada menos que Mirco Cuello, una de las figuras más prometedoras del pugilismo nacional.

Fue el sábado pasado en el marco de la Fecha FAB 7, esas que se hicieron para mejorar el nivel interno, la calidad de los combates, las equivalencias y el marketing, eliminando intermediarios, siendo “más transparentes” en los fallos, y pagando un manguito más.

Atónitos, quienes sintonizaron la señal de TyC Sports para ver piñas, vieron cómo estuvieron no menos de 15 minutos afeitando a alguien toscamente, con dos Mach 3 desafiladas. Todo porque el reglamento de la FAB -que teóricamente era el que estaba en efecto, pese a que se disputaba un título sudamericano pluma- así lo exige en uno de sus artículos.

En realidad, el artículo 07.03 inc. p, habla de “la imposibilidad de usar barba y bigote desmesurados”, algo ambiguo, porque nunca se sabe hasta qué punto una barba es “desmesurada” o no. Refiere más a esas que se pueden agarrar con la mano, porque ese artículo data de la prehistoria, cuando un peleador agarró a su oponente de ella y no lo soltó hasta que lo noqueó.

Es mentira lo de las infecciones por si llegara a haber un corte. ¿Cuándo se vio un corte en la cara? Son más comunes en el cuero cabelludo o en la ceja, donde hay pelos, y sin embargo no pasa nada.

La cuestión es que en el pesaje, al brasileño se le advirtió que se la rasurara, aunque éste alegó “no entender el idioma”. Cómico. Las señas alcanzan de sobra para estos menesteres, si es que hicieran falta.

No obstante Da Silva llegó sin afeitarse, por lo que el fiscal actuante, el Sr. Leonardo Bianchi, se lo volvió a advertir, aunque luego lo dejó en manos del árbitro Hernán Guajardo, encargado de la pelea de fondo esa noche, quien amén de haber llegado una hora tarde –según se comenta- no estuvo atento hasta que llegó el turno de ir al ring.

Todo lo que se hizo después fue peor que haberlo dejado combatir así, incluyendo la inútil espera del santafesino que se enfriaba entre las sogas, ya que no sólo nadie se hubiese dado cuenta de nada, sino que además la subjetividad reglamentaria hubiese actuado como paragua. Hubo más de uno aquí que subió con la misma barba y bigote y peleó igual; no era para tanto.

Hay muchas cosas peores a esas que se violan continuamente. Sin ir más lejos, la propia elección del rival, que si nos remitimos al reglamento argentino, para la disputa de títulos –la corona estaba vacante- los retadores o postulantes deben ser campeones, o estar rankeados. ¿En qué puesto podría estar alguien que hacía 4 años que no peleaba -como Da Silva-, por mejor récord que tenga?

Criterio señores. Se nos derrumba la casa y nos fijamos en la baldosa de una vereda. Argentina pura.

Sin tocar el tema de los pésimos fallos a veces, de que han permitido a un DT de la Selección Nacional subir para dirigir a un profesional que para colmo era extranjero, más varias cosas de vestimenta y guantes que tampoco se respetan, ¿cómo se explica que en un hotel 5 estrellas como el Casino Buenos Aires, donde se limita el aforo a 350 personas por razones sanitarias, en su vestuario no haya un mísero pan de jabón? Una vergüenza.

Habría que ver con qué se lavan las manos boxeadores y DT, máxime si tienen alguna herida, en especial los últimos, que están en permanente contacto con la sangre. Que sea con agua sola es un despropósito, una falta de respeto.

El combate en sí no llegó a durar ni un round. Fue apenas el 10 % de lo que se tardó en afeitar a Da Silva, lo cual lamentablemente además tapó una realidad poco perceptible hoy en día, pero que se verá más adelante: la involución de Cuello respecto del amateurismo pese al KOT 1, tanto en su estilo como en su velocidad, precisión y técnica.

Y otra cosa más: el médico de guardia tardó “una eternidad” en subir al ring mientras el brasileño se retorcía de dolor. De haber sido un golpe en la cabeza, esos segundos de demora hubiesen podido ser fatales.

Cuando llegue ese momento –ojalá nunca- sería bueno saber quién se haría cargo de las urgencias, internaciones, tratamientos, operaciones, etc, siendo que en las Fechas FAB no hay promotor –al menos visible- y todo ocurre bajo un anonimato difuso, en manos de una sociedad entre TyC Sports y la FAB, o sea, paredes, sin ningún responsable físico, de carne y hueso, o legal, que al menos atienda el teléfono.

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