BOXEO ARGENTINO

Tiempos pasados

La vuelta al Luna mostró desorganización e inexperiencia en un festival más pensado para la TV que para el público, y una frialdad boxística que hizo añorar la identidad del templo, que siempre se caracterizó por una magia que esta vez faltó a la cita.

Por GUSTAVO NIGRELLI (especial para A LA VERA DEL RING).
No es estarse volviendo viejos. No. Sólo basta con comparar a aquella Marcela Acuña que inexperta, pese a perder y caer en el 10º enfrentó a Christy Martin, con ésta experiente del sábado pasado en el Luna Park, donde perdió ajustadamente con Débora “La Gurisa” Dionicius, más por carencias propias que por méritos de la entrerriana. ¿Cuál elegiríamos?

Lo mismo alcanza con rememorar cualquier velada ochentosa de Luna, que ofrecía las migajas de otras décadas, sin TV y en las postrimerías del blanco y negro -del que muchos ni habían salido-, en las que Tito Lectoure ya elucubraba bajar la persiana al boxeo, y contrastarla con esta “moderna”, con un aforo innecesario de 6000 personas que a gatas habrá cubierto un 30 % -donde la mitad habrán sido invitaciones-, con toda la tecno al servicio de un show sólo pensado para la TV y un VIP un tanto obsceno para los tiempos que corren, agresivamente exhibido e inalcanzable, que antes se mezclaba con el público en el ring side -por supuesto, con diferencia de glamour a favor-.

¿A cuál de los dos Lunas darles la derecha? ¿Y cómo hacer para no comparar las cosas cuando se vivieron? ¿Cómo entender mezquindades en las formas y los espacios cuando todo sobra por los cuatro costados, descortesías gratuitas, e inoperancias de la Agencia Crush en la que se tercerizó el servicio de prensa y marketing, que antes manejaba Tito solo y luego su sobrino Esteban Livera, con la simple contratación de un periodista?

Un estadio mudo que no se contagió de lo que no existió nunca en el ring, ni contagió fervores y pasiones hacia él, porque ni una cosa ni la otra se produjo en la noche plástica, con un público más apto para el Teatro Colón, pero sin un número de ballet.

Una tarima antirreglamentaria (y peligrosa) que conectaba los vestuarios, primero con el VIP y luego con el ring a modo de pasillo, que desembocaba anchamente en el centro de un lateral del cuadrilátero, interrumpiendo cual muro el libre tránsito de su derredor.

Desde una plataforma similar cayó –y luego falleció- Sergio Denis en un recital, y sin ir más lejos, el mismo sábado dificultó el accionar de una camilla que trasladaba al paraguayo Cristhian Fernández, noqueado en el 1º por Franco Acosta. ¿En qué hubiesen decantado esos valiosos segundos (o minutos) perdidos si la cosa hubiese sido más urgente?

“El espacio entorno al ring deberá ser demarcado”, dice el reglamento FAB, y los jueces se ubicarán “cada uno en los tres laterales procurando el centro”, cosa que no ocurrió porque la tarima obligó al juez de ese lado a trabajar casi desde un ángulo.

Luego, querer analizar una pelea que casi no fue, sería hipócrita. Si hubo golpes no se veían ni escuchaban desde las plateas y asientos. Todo pareció un sueño difuso y efímero. Lo que apenas se rescató fue la imprecisión de la formoseña a sus 45 años, a contrapierna y a contratiempo, que Dionicius aprovechó como polizona de un barco a la deriva, torciendo levemente las honestas tarjetas (Gorini y Doffi 97-93, Letizia 96-94). Para este escriba fue 95-95, con la convicción de que Marcela perdió.

El marcado contraste entre el antes y el hoy favoreció por varios cuerpos al ayer, penosamente, y no es por estarse volviendo viejos, sino tal vez porque íbamos preparados para otra cosa, para que la leyenda continuara en serio, como rezaba el slogan de la velada.

Con decir que lo más emotivo –por lejos- fue el homenaje a los fallecidos del boxeo en este último tiempo -donde se incluyó también al Diego-, cuyas imágenes se suspendían por varios segundos en el prisma colgante, con música de fondo y en penumbra. Y no faltaron los últimos presidentes Luis Romio y El Flaco Osvaldo Bisbal, quien todos sabíamos iba a cerrar conmovedoramente la lista.

FOTO: MARCELO CARROLL / CLARÍN.

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