BOXEO ARGENTINO

Un plato de habas cocidas

Como en todos lados, el sábado se vivió otro detestable fallo localista en San Luis, a favor de la Princesita Luján y en contra de la mexicana Irma García, como tantas otras veces nos pasó al revés. Deshonestidad brutal que ya harta.

Por GUSTAVO NIGRELLI (especial para A la Vera del Ring)

El concepto de neutralidad encierra en sí mismo la potencial deshonestidad del hombre, pero bueno es aclarar que aunque la hubiere –la neutralidad-, ésta tampoco garantiza transparencia ni imparcialidad.

En la pelea del sábado pasado entre la sanluiseña Micaela “Princesita” Luján y la experimentada mexicana Irma García, organizada en el Parque La Pedrera de Villa Mercedes, San Luis, no hubo ni una cosa ni la otra, y decantó en un escandaloso fallo –robo, deportivamente hablando- que le dio la victoria a la local por puntos en forma hipócritamente mayoritaria, que no logró atenuar nada, sino al contrario.

¿Alguien en su sano juicio llegó a pensar que bajo semejante organización política -como la hubo-, donde estuvo implicada media provincia, la Princesita podía perder su título mundial supermosca FIB en las tarjetas, con árbitro y jueces argentinos?

Que esto suceda en todos lados no puede ser un argumento válido, sino más bien uno repudiable. Y mucho menos justificar que suceda acá también. Jamás podría aceptarse ese caballito de batalla verbal de dirigentes, empresarios, promotores, y, muy off the record, de autoridades.

¿Por qué razón los únicos que se atreven a ver una derrota de un púgil local suelen ser la prensa independiente, el público independiente, y los jueces no actuantes, mientras que los directamente involucrados raramente lo hacen?

Así como esta vez le tocó sufrir un fallo injustamente adverso a la visitante mexicana con autoridades íntegramente locales, en su momento ha sido al revés y lo han sufrido en México boxeadoras argentinas como la Tigresa Acuña ante Jakie Nava (aunque dieron empate), Carolina Duer vs Mariana “La Barbie” Juárez, Evelin “La Princesita” Berrmúdez vs Silvia Torres (otro empate donde la Princesita hasta la tiró y todo dos veces), y Vanesa Taborda vs La Barbie Juárez, entre otras.

Eso sin contar las innumerables de hombres en todo el mundo, donde este año descolló el descarado fallo contra Yamil Peralta en Canadá a manos del local Ryan Rozicki. ¿No daría lo mismo que nos devolvieran las nuestras y les devolvemos las de ellos? La cosa quizás quedaría numéricamente similar, sólo que con más justicia.

El tema pasa por la sensatez, la credibilidad y la confianza, por supuesto, basados en la idoneidad. De ese modo no serían necesarios los neutralismos, que tampoco se ejercen como debieran. Claro, esto en una sociedad ideal, que en este punto en particular depende únicamente de una integridad personal que es raro ver.

Todo esto rige bajo el sistema del “punto entero”, que para muchos es más “seguro” que el medio punto, según ellos, más manipulable. ¿Perdón?

No podría haber mucha gente –sepan o no de boxeo- que hayan visto ganar a Luján el sábado, excepto el estropicio de los dos jueces que lo hicieron (Savino 98-92, Alassia 97-93).

Tavella se quiso salvar del incendio con un empate en 95 que igual le dejaba la corona en la cabeza a la Princesita, un viejo truco de los pillos de guantes blancos que hacen la de Pilatos. Tampoco era empate. Y “robo” por “robo”, al menos los otros dos lo hicieron de frente.

Puede argumentarse la poca potencia en los golpes de García contra las ganas de Luján que buscó la pelea, aunque errando y recibiendo todo. Pero entre una que toca o boxea y otra que yerra, jamás puede ganar ésta, y en el mejor de los casos, sus rounds no podrían valorarse igual que los otros.

En otro lenguaje, si se quiere premiar la actitud ofensiva (aunque sin golpes) en asaltos poco prolíficos, con un medio punto alcanzaría, para no desvirtuar el resultado global, si es que en verdad se quiere hacer justicia.

No es muy difícil si realmente hay voluntad de hacer bien las cosas y eliminar barbaridades como la del sábado. Pero da la sensación de que no se quiere, o no conviene.

Preferible entonces que lo reconozcan de una y terminemos de perder el tiempo con polémicas inútiles e hipócritas, ya sea desde la FIB en este caso, como en los demás organismos en general –incluyendo nuestro país-, en vez de predicar falacias que no podrían sostenerse ante cualquiera con dos dedos de frente.

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