BOXEO ARGENTINO

Reglamento propio

Inaceptables atrocidades reglamentarias producidas en el combate Papeschi-Rayman del viernes pasado, alertan sobre la conveniencia o no de actualizarlo –como se piensa para el año que viene-, cuando aún cuesta respetar el vigente. Lo grave fue que dejaron seguir peleando a un boxeador después de un KO. Imprudencia al límite.

Por GUSTAVO NIGRELLI (especial para A LA VERA DEL RING)

Finalizaba el 1º round de la pelea entre el bonaerense Sebastián Papeschi y el rionegrino Jairo Rayman el viernes pasado en el club Estudiantes de Bahía Blanca, cuando justo sobre el gong, Papeschi metió una zurda y luego una derecha plena al mentón que dejó nocaut a su rival.

La izquierda fue reglamentaria, sobre el timbre, porque además Rayman venía de recibir una cuenta de protección de la que el árbitro Antonio Zaragoza le había dado un dudoso pase. La derecha fue claramente después, o sea, ilícita.

El tema es que fue la que terminó de liquidar al rionegrino, cuando si no perdía en esa vuelta lo hubiese hecho en la siguiente, en la primera de cambio.

Así las cosas, cabía una de dos posibilidades únicas: KO, o descalificación. Una correcta, otra incorrecta.

La correcta era la descalificación, lo cual no significa que hubiese sido el fallo más justo, por cómo venía la mano. Pero el reglamento es el reglamento y hay que respetarlo, mal que nos pese. O cambiarlo.

Ya le pasó una vez al Pigu Garay hace 15 años en Caseros, cuando por una situación similar el árbitro Fernando Peyrous lo descalificó ante Franco Sánchez, en las postrimerías a un título mundial, con los inconvenientes que eso le acarreó.

Lo hizo tras ver la repetición televisiva –en medio de un griterío, e influenciado por el relato de Osvaldo Príncipi- lo que motivó una aireada protesta de su mánager Osvaldo Rivero que decantó en una batahola descomunal dado la reacción de la hinchada del Pigu.

En aquella ocasión fue más difícil, porque fue una mano sola, que llegó muy al límite, sobre el final de un tañido largo.

En esta no había excusas, porque ya habían sonado las maderas de los 10 segundos y luego vino la primera caída de Rayman, cuya cuenta detuvo la campana, pero que ni bien se reanudara el duelo, sonaba. Lo sabíamos todos.

Hay una cosa indiscutible: independientemente de cuál fuera el fallo, el combate estaba terminado. El patagónico, legal o ilegalmente estuvo KO, es decir, 10 segundos mínimo sin recuperarse tras un golpe, y el reglamento en ese caso prohíbe que un púgil vuelva a pelear antes de los 30 días, se llame Juan Pérez o Muhammad Alí.

Zaragoza hizo todo lo contrario. No extraña, teniendo en cuenta que no es precisamente el mejor en su rubro. Pero convengamos que suelen tocarle en suerte –o en mala suerte- situaciones difíciles de resolver. Convengamos también que nada es casual, ya que el reglamento faculta al réferi de armas que bien ejecutadas pueden prevenir estos dolores de cabeza.

Lo que no puede pasar es inventarse un reglamento propio sobre la marcha, y él no sólo lo hizo, sino que al dejar seguir el combate contradijo la regla más sagrada del boxeo: la del KO. Para ello cometió las siguientes infracciones:

1) Dio 5 minutos de tiempo de recupero a Rayman (e incluso pudieron haber sido más), cuando el RAB estipula 1 sólo, prorrogable por otro de no ser suficiente. Y basta. Si la pelea no sigue tras esos 2 minutos, hay que dar un fallo.

2) La situación de combate que amerita el uso de esta regla es un golpe bajo, no uno a destiempo.

3) Llamó al médico de guardia para que lo revisara y le dijera si podía seguir, cuando el reglamento dice que un KO es punto final. No hay opinión que valga. Y menos sin elementos para evaluar, más que la observación y el parecer, al no haber heridas visibles. Zaragoza quiso lavarse las manos amparado en el médico, que a la vez se guió por la voluntad del boxeador.

4) La más absurda, que impugna su actuación: le descontó un punto a Papeschi, reconociendo que el golpe fue después de la campana. ¡Entonces era DESCALIFICACIÓN…!

En definitiva, la continuidad del combate la terminó decidiendo el propio Rayman. Estaba en juego el título sudamericano mediopesado vacante, que a la postre terminó ganando Papeschi por KOT 8, no sin antes atravesar otro insólito contratiempo.

Es que pese a que el rionegrino comenzó a darla vuelta con todo el tiempo de descanso que tuvo, en el fondo sabía que se había autoboicoteado, y estaba haciendo horas extras gratis con las manos vacías, cuando ya tenía que estar en el vestuario con el cinturón abrochado.

Al advertir que se había dejado traicionar por el corazón sin escuchar su cabeza, quiso reparar el daño y por eso en el 8º fingió un pulgar en el ojo, cuando en realidad recibió un uppercut diestro de Papeschi claro.

Pensó que tal vez el árbitro se compadeciera y compensara las cosas. Pero no; el VAR demostró que el golpe fue lícito, tras otra parodia donde Zaragoza volvió a apelar al ojo biónico del médico de guardia para que le dijera lo que nadie puede decir en tales circunstancias: si podía seguir o no.

De más está decir que se debe contar en esa situación donde el púgil cae o hace señal de dolor, rehuyendo el combate, salvo que haya visto infracción.

La mala aplicación de reglas, o su desconocimiento, asusta y genera desconfianza, máxime cuando parten de quienes están para eso. El reglamento cumplió 20 años, tiempo suficiente como para poder asimilarse en toda su extensión.

Lo preocupante es que se sabe que el año que viene se reformará. ¿Es tan necesario? ¿No se sabe éste y se pretende incorporar uno nuevo, con cambios poco consensuados?

Urge una lectura y replanteo serio, teniendo en cuenta que además en el interior son reacios al cambio, y cuesta penetrar y expandir la información, pese a los múltiples recursos tecnológicos. Huele a que será peor el remedio que la enfermedad para un boxeo en terapia intensiva.

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