A LA VERA DEL RECUERDO

El primer día de campeón mundial de ´Falucho´ Laciar

POR GUSTAVO ZAMUDIO (*).- El despertador sonó a las 6, tal cual lo había decidido Juan Carlos ´Tito´ Lectoure la noche anterior. Toda la delegación argentina se fue a dormir preocupada porque Santos Benigno Laciar estaba 200 gramos por encima del peso límite de la categoría mosca. ´Falucho´ durmió esa noche bien abrigado, para transpirar un poco, y de esa manera tratar de perder algunos gramos. Estaba tranquilo, confiado pese a todo.
A las 6.30, Laciar fue a la habitación donde estaba la balanza oficial para ver cómo andaba de peso. Esos 200 gramos seguían molestando, por eso Lectoure le pidió que saltara la soga durante media hora. Así pudo dar la categoría y de esa manera disputar la corona mosca de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB) que poseía el moreno sudafricano Peter Mathebula.
Esa mañana ´Falucho´ hablaba con su entrenador Horacio Bustos. “Pensar que hoy voy a salir campeón”, decía el púgil de Huinca Renancó. “Le voy a arrancar la cabeza a ese negro, ¿qué grande, no?”, repetía dándose confianza y tranquilizando a su técnico.
El empresario Francisco Giordano -apoderado y responsable de que ´Falucho´ dejará su Huinca Renancó natal para mudarse a Villa Carlos Paz- era uno de los que más exteriorizaba la ansiedad, por esas horas. Apenas se levantó de la cama se asomó a la ventana de sus habitación y observó un sol intenso. El cielo estaba despejado y soplaba una brisa. Diez horas más tarde ese mismo sol iba a iluminar a Laciar en el primer momento glorioso de su brillante carrera pugilística, que sumaría tres coronas mundiales.
Mientras ´Falucho´ renegaba con los gramos de más, ´Cacho´ Giordano salió a la vereda, cruzó la calle y le apuntó de lleno al kiosco de enfrente para comparar cigarrillos. Tubo la suerte de encontrar la misma marca que fumaba en Villa Carlos Paz: Pall Mall. Sabía que la jornada iba a ser larga por eso decidió hacer una compra al por mayor. Se llevó seis atados que guardó en un bolso con otras pertenencias que lo acompañaron hasta Sowetto, escenario de la pelea.
A las 10, de ese soleado sábado 28 de marzo de 1981, Laciar y Mathebula se sometieron a la sentencia de su majestad la balanza. Los dos llegaban exigidos. Santos estaba bien entrenado pero recién esa mañana llegó a dar la categoría. Mucho más complicado fue para el campeón mundial, que además de pesado no estaba bien entrenado y recién esa mañana llegó a dar la categoría. Finalmente el cordobés acusó 50,700 kilogramos y el local 50,600.
Tras el compromiso cumplido en la báscula llegó el desayuno muy liviano, un descanso de ´Falucho´ en su habitación y a las 12 un buen plato de fideos como almuerzo. Apenas se levantaron del comedor tomaron los bolsos y partieron en un utilitario muy bien custodiado por la policía rumbo a Sowetto, localidad ubicada en la periferia de Johanesburgo. La distancia entre una ciudad y otra era de apenas 15 kilómetros, pero los problemas raciales eran feroces, Sudáfrica era una nación dividida entre blancos y negros. Tiempos del Aparheid. Un horror.
El horario vespertino del festival boxístico no era habitual, al menos para los boxeadores argentinos. Cuando llegaron al estadio Orlando de Sowetto, cientos de entusiastas morenos los esperaban. Unas 22.172 personas asistieron al estadio que se utilizaba para la práctica de rugby y fútbol, por lo que el ring fue armado en el terreno de juego bajo la luz del sol. Había expectativas por la pelea, todos querían ver a Mathebula en su primera defensa de la corona que había ganado el 13 de diciembre anterior en Los Ángeles ante Tae Shik Kim.

Pese a una recaudación de 200 mil dólares, los organizadores perdieron mucha plata ya que esperaban vencer 60 mil tickets para que el negocio fuera redondo. ¿Si había tanta expectativa por qué no fue la gente? Ocurre que por esos días se habían registrado enfrentamientos callejeros y la inseguridad era moneda corriente. Por eso muchos prefirieron no concurrir al estadio. Menos mal, hubiesen visto a un Mathebula humillado por Laciar, a quien habían elegido como rival para la primera defensa. Como el cordobés se encontraba décimo en el ranking de la AMB, consideraron que eran el rival más fácil del listado.
Ya dentro del estadio, Laciar se ubicó en el vestuario con una tranquilidad asombrosa. Si hasta lo calmaba a Bustos, a quien lo veía ansioso porque el combate se iniciara.
Lectoure, quien había conseguido la chance, era el más experimentado de todo el grupo, por eso a medida que llegaba el momento de la verdad su figura parecía ser cada vez más importante. Para subir al ring se puso su campera de color azul, la misma que usó a lo largo de casi toda su carrera como promotor boxístico los días de pelea. Era su cábala.
Alrededor de las seis menos cuarto de la tarde llegó la orden de subir al ring. Desde la puerta del camarín hasta metros antes del cuadrilátero Laciar y su gente transitaron un camino de dos metros de ancho, que tenía un alambrado que los separaba del público. Las medidas de protección eran extremas, especialmente para los argentinos, tanto que había en el estadio 3.600 policías en un férreo operativo. Los agentes de piel blanca protegían el ring side, y los de piel morena las gradas.

Laciar estaba muy confiado y eso le daba tranquilidad. En el vestuario durmió una linda siesta y recién lo despertaron una hora antes de subir al cuadrilátero. Una vez allí, se dejó envolver con la Bandera Nacional y así cantó el Himno. Al otro día, ya campeón del mundo recordó ese momento: “Pensé en el país y en el colegio. Cuando era chico siempre soñaba con ser abanderado pero en Huinca (Renancó) solo fui hasta cuarto grado”. Lo único que no se imaginaba en ese momento era que comenzaba allí una exitosa carrera que lo iba a transformar en el auténtico abanderado del deporte de Córdoba y en uno de los más grandes boxeadores argentinos.
El árbitro designado fue Stanley Berges. Un estadounidense de Chicago, de 55 años de edad, dueño de dos playas de estacionamiento, que dirigía su primer combate por título mundial. Se lo notó condicionado por la multitud y por el clima hostil de Sowetto.
Llamó a los boxeadores al centro del ring para la charla previa. Allí ´Falucho´ repitió lo que había dicho diez días antes en la conferencia de prensa en Argentina, antes de viajar. Miró fijo a los ojos al moreno campeón mundial para dejar en claro que no le tenía miedo y que había llegado allí para ganar.

La pelea

* Comenzó el combate. Laciar espero unos segundos para ver qué insinuaba el monarca. Intuyó que tenía que ir a buscarlo. Eso hizo. Se adueñó del centro del ring que tenía un piso esponjoso que complicaba el traslado de los boxeadores. Pese a ello, los primeros tres minutos de combate fueron para Mathebula, por el manejo del jab de izquierda. La ventaja fue para el campeón.
* El primer silencio de la afición sudafricana lo provocó un swing de derecha de Laciar que enrojeció el párpado izquierdo del campeón. El retador comenzaba a acortar la distancia, sorteando el mayor alcance de brazos del local. Ese round fue parejo.
* La actuación del cordobés seguía en ascenso y en el tercer capítulo intensificó el ataque, mientras su rival mantenía su puño derecho bien arriba, para cubrir ese párpado izquierdo que ya comenzaba a maquilarse con sangre. Laciar ganó el round.
* El cuarto volvió a ser parejo, pero se observaba a un ´Falucho´ pleno, mientras que Mathebula se notaba fatigado y abría la boca para poder respirar.
* En el quinto capítulo comenzó a definirse el pleito. Laciar era superior, estaba más confiado que nunca, y se lanzaba en busca de una rápida definición. Sorprendió al sudafricano con una derecha recta combinada con un cross de izquierda que explotó en el rostro del monarca. La lenta cuenta del localista Berges llegó solo hasta ocho, Mathebula se levantó, pero jamás se iba a recuperara de ese feroz embate del cordobés. Laciar quería aprovechar el momento, no le dio respiro y conectó un gancho de derecha que se estrelló en la punta del mentón del moreno, quien se desparramó afuera del ring. El descarado árbitro consideró la acción como empujón. Y además de no contarle le dio todo el tiempo del mundo a Mathebula para que se recupere. El rincón del cordobés con Lectoure a la cabeza comenzó a preocuparse por el desfachatado localismo del referí.
* El campeón no quería saber más nada pero su técnico le pidió un último esfuerzo. Solo por eso salió a combatir en el sexto capítulo. Laciar no pudo liquidar la contienda. Pero el final iba a llegar a los 2m22s del séptimo round.
* El campeón mundial se arrastraba sobre el entarimado y no soportaba más el ataque del enjundioso cordobés. Cansado, se cayó, pero lo tomó a ´Falucho´ de la cintura, haciéndole un tackle para no terminar solo sobre la lona. El árbitro actuó como si nada hubiese pasado. Seguían los beneficios del tercer hombre sobre el ring para con el todavía monarca. El nativo de Huinca Renancó no tenía dudas de que la corona se iba para Villa Carlos Paz, por eso infló el pecho y fue en busca de la victoria. Una combinación de seis golpes terminaron en la humanidad del sudafricano, quien recibió una nueva cuenta. Fue la última acción. Se levantó pero solo fue en busca de su rincón, dándose cuenta de que ya nada podía hacer. ¡Laciar campeón del mundo!

Entró en la historia grande

La larga y rica historia del pugilismo cordobés conseguía ese sábado 28 de marzo de 1981 su primer campeón mundial. Por eso en Córdoba, especialmente en Huinca Renancó y Villa Carlos Paz, el júbilo era total. ´Falucho´ era el décimo argentino que se coronaba campeón mundial y el más joven que lo conseguía, con tan solo 22 años de edad.
En Sudáfrica, la delegación que acompañaba a Laciar festejaba sobre el ring. Por seguridad se refugiaron enseguida en el vestuario y antes de que la noche se apoderara del cielo despejado regresaron al hotel, en Johanesburgo.
Una vez allí. la calma comenzó a apoderarse de ellos, mientras llegaban desde diferentes puntos del país llamadas telefónicas y telegramas de felicitaciones. El deporte argentino conseguía un logro más, en tiempos de una férrea dictadura que cubria de sombra y miedo al país. Simultáneamente a la coronación del cordobés, asumía el mando del país Roberto Eduardo Viola, marcando el final del los primeros cinco años del Proceso que había comenzado Jorge Rafael Videla. Apenas logró la corona, Laciar pensó en su madre, la imaginó emocionada en Huinca Renancó, y por eso le dedicó a ella toda la gloria conseguida. No veía la hora de regresar a Córdoba para comprarle una casa.
Después de la cena y de los festejos ´Cacho´ Giordano, junto al doctor Mantegazza se sentó en uno de los confortables sillones del hotel. Escarbó en uno de los bolsillos de la campera un atado de cigarrillo para pegar una última pitada antes de irse a dormir. Pero se encontró con una desagradable sorpresa: la sexta etiqueta abierta en ese vertiginoso día ya no tenía ningún pucho.

(*) Nota editada de la versión original publicada el martes 28 de marzo de 2006 en el diario La Mañana de Córdoba.

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