A LA VERA DEL RECUERDO

Hace 15 años, Nicolino Locche pasaba a la inmortalidad

Allá por 1992, mientras trabaja en su casa de deportes en pleno centro de la ciudad de Mendoza, el viejo maestro Francisco ´Paco ´ Bermúdez, entrenador de Nicolino Locche y Cirilo Gil, entre otros, le contaba a A LA VERA DEL RING: “Justo Suárez y Locche fueron los únicos ídolos absolutos dentro del boxeo argentino”.
Hace 15 años fallecía en Las Heras, Mendoza, Nicolino, quien fuera campeón mundial welter junior de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB) entre 1968 y 1972. Fue uno de los máximos referentes de la época de oro del Luna Park, que convocaba multitudes en cada uno de sus combates. Tenía apenas 66 años y su máximo problema fue el cigarrillo, que nunca dejó, ni siquiera cuando boxeaba. Había nacido en el Valle de Uco, en la misma región de la provincia cuyana donde además de manzanas, tomates y nueces, también nacieron campeones mundiales como Pascual Pérez y Hugo Pastor Corro.
Dueño de un estilo personal, inigualable. El recordado periodista y estadígrafo Julio Ernesto Vila decía que la única persona responsable del boxeo de Locche era su madre, porque ese estilo tan particular y personal ningún entrenador se lo pudo haber enseñado, eso lo trajo de la cuna.
Lo recordamos con un relato que le hizo a la revista El Gráfico, contando un momento previo a su gran noche, cuando se consagró campeón mundial en Tokio, Japón, el 2 de diciembre de 1968, venciendo por abandono al hawaiano Paul Fuji, quitándole la corona.

Palabra del ´Intocable´

“El día que peleé con Fuji estaba más tranquilo yo que todo el grupo que me acompañaba. Me acuerdo que a eso de las seis de la tarde me levanté de dormir la siesta y me fui hasta el bar del hotel Akasaka Prince, donde vivíamos. En una mesa estaban Caffarelli, Mermet, Cherquis Bialo y Cacho Fontana hablando de cómo sería la transmisión (radial). En una de ésas escucho que Cacho Fontana preguntaba algo así como “este aviso lo leo de tal manera si Locche gana, y si pierde leo este otro, ¿no es cierto?” Me acerqué y le dije: “¿Permitime?, ¿cuál es el que tenés que leer si pierdo?, ¿éste?, bueno, dámelo”. Y cuando sorprendidos me alcanzaron el papel con el texto lo rompí. Antes que nadie me recriminara nada di esta explicación: “¿Para qué vas a tener encima este papel si no te va a servir para nada?” Pedí un cigarrillo de contrabando, para que Bermúdez no se diera cuenta, me fui al baño, me lo fumé con todo placer y salimos para el estadio. Mientras tanto, los demás muchachos se la pasaban fumando y hablando. Cuando llegamos a Kuramae Sumo me encontré con un vestuario largo y viejo. El lugar era para luchadores de sumo, no para boxeadores. Bermúdez me masajeó y comenzó a darme las instrucciones. Vamos a hacer esto, esto y aquello. “Y si usted me hace caso —me dijo— nos llevamos la corona antes de los 15 rounds”. “¿Por nocaut?”, le pregunté; “Sí, por nocaut”, me contestó Bermúdez. Una vez que me vendé me acosté para reposar y me quedé profundamente dormido. Media hora antes Bermúdez, Tito y Juan ´Mendoza´ Aguilar, quien me había ayudado magníficamente como sparring, me despertaron. Fuji tenía una cara de asesino bárbara. Y yo preferí mirar a Cacho Fontana, que estaba al lado del ring. Porque en el almuerzo Cacho se la pasó macaneando, imitando a todo el mundo y contando chistes. Yo lo veía y me acordaba de esos chistes. Quedé tentado de tal manera que mientras tocaban los himnos con la mirada nos comunicábamos. Cuando terminó el tercer round, Bermúdez me llamó la atención, porque dijo que debía trabajar más, que era fácil pegarle y que con un paso más adelantado le rompería la cara. En el 8°, mientras Tito y Aguilar ayudaban con el balde y el masaje, mi técnico me aseguró que con un poquito más de ritmo el tipo se iba. Y al terminar el 9° se fue. Yo me di cuenta recién cuando todos los muchachos se pusieron a gritar. Esa noche estaba preparado como nunca y tenía aire para mil rounds. Cuando el referí norteamericano Nick Pope me levantó el trazo en el centro de ring no lo podía creer. Después, mientras nos abrazábamos, empezaron a caer un montón de cosas. Pero no eran para mí, eran para Fuji por haber abandonado. Quisiera ver qué hubieran hecho otros en lugar de él después de semejante paliza”.
´El Intocable´ sigue siendo una referencia imposible de obviar, a la hora de escarbar en la rica y nutrida historia del boxeo argentino.

FOTO: REVISTA EL GRÁFICO

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