A LA VERA DEL RECUERDO

El recuerdo de Sergio Víctor Palma en su pelea más gloriosa

El Covid-19 volvió a meterse con el boxeo. Ya despedimos a enormes figuras como el excampeon mundial mediano jr. AMB, Miguel Ángel Castellini, y al tres veces retador a la corona de los medianos, Juan Domingo ´Martillo´ Roldán. Ahora nos dejó otro de los grandes monarcas que dio Argentina, el excampeón mundial supergallo AMB, Sergio Víctor Palma. Lo recordamos con esta semblanza realizada por A LA VERA DEL RING con motivo de los 40 años de su consagración ante Leo Randolph.

POR FLOR DE KO.- Sergio Víctor Palma siempre se diferenció del resto de sus colegas. Fue distinto. En el ring, uno de los más grandes peleadores en la corta distancia que dio Argentina. Abajo del ring, un tipo interesante para charlar de cualquier tema, que cuidaba su lenguaje y por momentos hasta se animó a escribir poesía y tocar la guitarra.

Nació en La Tigra, Chaco, el primer día de 1956. Su padre era un trabajador golondrina, de esos que recorrían el mapa de punta a punta en busca de trabajo. La pobreza de esos tiempos no era contenida con planes sociales ni subsidios. Por ese motivo le tocó estar en ese paraje rural del noreste argentino, donde nació uno de sus tantos hijos. Claro que este llegaba con el pan bajo del brazo, como decían las parteras de antaño. Ese niño, un 9 de agosto de 1980 sería campeón mundial de los supergallo. Hace hoy 40 años.
Sus primeros días de vida los pasó en una choza, según él describió, construida con barro, paja, cañas y con un puntal de madera en cada esquina para sujetarla. Pero el boxeo sería la herramienta que le permitiría asomar la cabeza, crecer, que su nombre trascendiera, pero sobre todas las cosas ser campeón del mundo.

Si hay un boxeador con quien da ganas de charlar es Palma. Como diríamos en el ambiente periodístico: ´Palma siempre te da un título para la nota´. Siempre una anécdota de su voluntad para conseguir lo que se propone, un enfoque diferente de las cosas, o algo que te va a sorprender.

Alguna vez nos contaba cómo comenzó su gusto por leer, su afán de instruirse. “Yo solía acompañar a mi mamá a trabajar a una casa de familia, y mientras ella limpiaba yo me quedaba sentado, quietito leyendo. Por suerte en esa casa había muchas revistas, entonces yo las leía a todas”, recordó.

Si bien siempre tuvo como meta ser campeón del mundo, cuenta que lo primero que pensó cuando ingresó a un gimnasio fue aprender el deporte para defender a su madre de su padre, cuando la fajaba.

A las condiciones de Palma hay que sumarle haber tenido como entrenador a uno de los grandes maestros de boxeo que dio la Argentina: Santos Zacarías. Un artesano que amaba tanto enseñar como escuchar a Carlos Gardel.

Cuando ya estaba a punto como pugilista, se creó la división supergallo. Eso no fue algo menor y lo remarca: “Me favoreció la creación de la categoría supergallo, hubiese sido muy débil y pequeño para ser pluma, Dios la creó para favorecerme justo”.

El 15 de octubre de 1977, en el Luna Park, se corona campeón argentino supergallo ante Arnoldo Aguero. Él destaca: “A partir de ese combate con Agüero cambió mi manera de pelear, para ser un boxeador de ataque permanente”.

Fue enfrentando a los mejores valores del país hasta que Juan Carlos ´Tito´ Lectoure le consiguió una chance de pelear por el título mundial. El 15 de diciembre de 1979 enfrentó en la Plaza de Toros de Barranquilla. Colombia, al local Ricardo Cardona. Fue una pelea dura y pareja y en fallo cerrado perdió por puntos. Pese a la derrota, Palma muchas veces recordó a ese combate como uno de los mejores que hizo, además esa noche comprendió que tarde o temprano sería campeón mundial.

Casi ocho meses después, y habiendo realizado dos combates con rivales nacionales en el país, llegó una segunda chance mundialista. En realidad la paridad del combate con Cardona iba darle una revancha pero el colombiano perdió el título ante el estadounidense Leo Randolph, entonces la pelea fue con él.

Randolph era un gran boxeador, había conseguido la medalla de oro olímpica en los Juegos de Montreal 1976, además de ser campeón mundial con 18 peleas. Ese púgil iba a darle la segunda oportunidad mundialista a Palma.

El 9 de agosto de 1980, en Spokane. La paliza que le propinó el chaqueño fue tan grande que ese día Randolph no solo perdió la corona sino que abandonó el boxeo. Palma lo dejó a Leo sin gloria y sin fe.

Ya a los 30 segundos lo conectó con una derecha cruzada que sintió el entonces campeón y en ese capítulo inicial lo tiró dos veces. En el segundo lo demolió, y la valentía de Leo lo mantuvo en pie hasta el quinto round. En ese capítulo otra derecha volvió a tirar a Randolph, quien se levantó muy afectado y el árbitro sudafricano Stanley Christdoulou, decidió parar la pelea.

Una vez Palma le contó al periodista Osvaldo Príncipi lo que sintió en ese momento: “Cuando me levantaban la diestra consagrándome campeón mundial, buscaba desesperado la puerta para poder bajarme. Porque mi viaje llegaba hasta ahí. Había apuntado todos los esfuerzos de mi vida, todos los sueños de mi vida, a ese momento. Y ya estaba. Y muchos años después me enteré de aquello que dice Shakespeare en Hamlet. Que cuando la flecha llega al blanco, es la muerte de la flecha. Aquello había sido el blanco de mi vida y había llegado. Es algo superlativamente maravilloso y profundamente frustrante. Al alcanzar las cosas que se buscan uno se entera de que están acá nomás, que eran cosas humanas, accesibles con un poco de esfuerzo y que después había que seguir. Y te quedás un poco sin ganas para el resto”.

Como campeón y personaje diferente lo convocaron para dar charlas por el país, hacer teatro, escribir poesía y conducir programas de radio. Mientas tanto defendió la corona ante Leo Cruz, se tomó revancha del colombiano Cardona, y venció a Vichit Muangroi-et, todas en el Luna Park.

Luego empató pero retuvo ante Jorge Lujan, siendo la primera vez que un título del mundo se disputaba fuera de Buenos Aires, y fue al aire libre en el viejo estadio Chateau Carreras (hoy Mario Alberto Kempes) de Córdoba. Hasta que perdió en Miami con Leo Cruz.

A los 64 años de edad, Palma, ese tipo tan interesante, además de ser un lindo personaje, fue un gran boxeador que hoy mantiene otra batalla pero fuera del ring. En 2004 sorteó un accidente vial que le causó un accidente cerebro vascular (ACV), un tumor maligno y Mal del Parkinson.

“El Parkinson no mata a nadie, pero dificulta el buen vivir. Mi salud se deteriora por un proceso neurodegenerativo que se da en células negras que necesita el cuerpo humano. Por eso tomo dopamina sintética, para compensar esa carencia, pero tengo limitaciones en la estabilidad, en el habla y en la deglución”, le dijo al diario Uno, de Mendoza, hace algunos meses.

¿Cómo transita sus días? Cuenta: “Trato de mantener una relación humana conmigo mismo y le agradezco a Dios cada día de mi vida. Lo que no sabía es que la soledad y la vejez son incompatibles”, y con la ayuda de su pareja Orieta trabaja en un libro: “No cuento anécdotas que ni recuerdo ni me importan. Hablo de técnica, del deporte en sí”.

Sergio Víctor Palma, único e irrepetible.

TEXTO: FLOR DE KO / A LA VERA DEL RING

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