BOXEO ARGENTINO

Caperucita celeste

A “La Chucky” Alanís la mandaron a la “boca del lobo” el sábado pasado en Texas, a unificar el título mundial mosca OMB con el AMB/CMB de la chicana Marlen Esparza, quien peleó en el patio de su casa, con su tío y parientes como árbitro y jueces.

Por GUSTAVO NIGRELLI (especial para A la Vera del Ring)
Muchos lo habrán visto, para qué contarlo de nuevo. La bonaerense Celeste Alanís, quien se hace llamar inocentemente “La Chucky”, por su fuerte pegada -de las máximas del país en mujeres- y por su agresividad bien entendida sobre el ring, viajó con su candidez a cuestas a pelear a USA, la Meca del boxeo, más precisamente a Texas, donde nació su rival Marlen Esparza, contra quien intentaba unificar su cetro mosca OMB con los AMB/CMB de aquella.

Fue confiada en su potencia y quizás mejor boxeo, en su velocidad y juventud –Esparza tiene ya 33 años, contra los frescos 27 suyos-, segurísima de una victoria que creía iba a ser por KO, posiblemente en el 4º -pensaba-.

Cierto que es difícil noquear entre las mujeres, y máxime en el alto nivel, pero en el peor escenario la victoria sería seguramente por puntos, y estaría bien igual.

Hizo todo para lograrlo; desde su entrenamiento, hasta su performance sobre el cuadrilátero, que fue inobjetable por velocidad y destreza, por actitud -ir para adelante y buscar la pelea, como dicen que les gusta a los yanquis- y fundamentalmente, por mayor cantidad de golpes conectados en casi todas las vueltas, mínimo en 7 de 10, y en proporción de 3 a 4 por 1.

No faltó en la previa tampoco su gestito típico del degüello, pasándose el dedo por la garganta -a veces el pulgar, otras el índice-, ya sea en el pesaje o sobre el ring, donde lo hizo con los guantes puestos.

Esparza la miraba tranquila y sonriente, algo sorprendida por su ingenuidad. Es que ella lo sabía todo. Lo suyo se limitaba a terminar en pie y ya.

Mientras tanto, acá ningún periodista cuestionó de antemano la sede del combate, que era netamente visitante –el AT&T Center de San Antonio, Texas, es decir, el patio de su casa, prácticamente-, y mucho menos la falta de neutralidad de las autoridades, dado que el árbitro también era chicano, al igual que uno de los jueces (Javier Álvarez, justamente el que dio un insólito 99-91 para Esparza).

Los dos restantes también eran yanquis: Esther López, de Nuevo México -vecina de Texas, como decir acá San Juan y Mendoza-, que dio 97-93 para su “prima”, y Lisa Giampa, de Las Vegas -vendría a ser como Catamarca-, que al menos tuvo el decoro de dar empate en 95.

Vale decir, todos gringos. Y nadie dijo nada, porque claro, acá está naturalizado. Ellos pueden. Ellos mandan. Ellos saben. Ellos son honestos y sabios. Cómo pensar mal de ellos.

Cuando aquí pelea un extranjero con árbitro y jueces argentinos, aunque no sea un combate unificatorio, sino una simple defensa optativa, se pega el grito en el cielo y suelen escucharse quejas propias, cuestionamientos éticos, indignaciones, y posiciones “más papistas que el Papa” por la falta de neutralidad.

Y con cierta razón. No del todo, porque si bien es exigible en la totalidad de los casos la neutralidad, a veces el motivo no pasa por la mala intención, sino por los costos, cosa que no sucede en USA, donde siempre hay un panameño, puertorriqueño, mexicano o dominicano a mano.

Ahora bien, si la exigencia no es sostenible en el tiempo, ni consecuente donde sea que fuere -especialmente cuando los visitantes somos nosotros ante el imperialismo yanqui-, el reclamo no sólo pierde efecto, sino que se asemeja a un inexplicable autoboicot.

Lo insólito –y donde radica el mayor reparo- es que a la pelea siguiente de la Chucky, que fue entre los yanquis Joseph Díaz y Jerry Pérez, sin título en juego, actuó un juez panameño (Ignacio Robles).

Nos preguntamos por qué la AMB y el CMB, que de la boca para afuera tanto se preocupan por estas cuestiones, por los fallos, la justicia, la neutralidad, los reglamentos y una serie de minucias irrelevantes, no tuvieron en cuenta al menos este detalle. Y por qué la OMB tiró a su campeona a los leones, sin intentar una defensa, al menos pidiendo un juez neutral, aunque sea para la gilada.

Y por qué Georgina Rivero –su mánager y representante- no reclamó -que sepamos- ante las entidades con alguna gestión, como más de una vez hizo su padre, Osvaldo Rivero, ni alzó la voz ante la prensa mediante un comunicado.

Lo mínimo que se espera ahora es una protesta, revisión del fallo, revancha (no en las mismas condiciones), sin pretender castigo a los jueces, que por lo general, más que a sí mismos son funcionales a promotores y entidades.

El CMB, a través de su presidente Mauricio Sulaimán comentó que ya recibió la queja, al igual que la OMB y procederá a la misma. La AMB, por ahora, ni noticias.

Lo ocurrido en Texas demostró que en el boxeo pegan más las lapiceras que los puños, y los guantes blancos que los de boxeo. Aunque ya ni se necesita que sean tan blancos, porque la impunidad prescinde del disimulo, y los robos son a la luz del día, con guantes enteramente negros.

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