BOXEO ARGENTINO

Los sospechosos de siempre

Responsables directos, indirectos, supuestos y reglamentarios de una alevosía, manifestada el miércoles pasado en el Luna Park, donde Juan Carrasco ganó una pelea que debió haber perdido por descalificación contra el venezolano Flecher Silva.

Por GUSTAVO NIGRELLI (especial para A la Vera del Ring)
Quienes vieron la pelea del miércoles pasado en el Luna Park, ya sea por TV o en el estadio, en donde el mendocino Juan “El Titán” Carrasco venció por KO 2 al venezolano Flecher Silva, tras pegarle varios golpes en el piso en las tres caídas que hubo en la pelea, tendrán quejas y reproches de todo tipo, en primer término contra el árbitro Hernán Guajardo, y en el mismo nivel, contra el propio Carrasco.

Y es cierto. Carrasco tiene esa costumbre, que está en su ADN al igual que en el de su hermano Gumersindo –ya retirado-, que durante algún tiempo pareció haber superado y ahora recrudeció.

El miércoles, innecesariamente condicionó su triunfo pegándole cuatro golpes a su rival en el piso en la caída del 1º round, y luego otros dos o tres más, tanto en la segunda como en la tercera (y última) del 2º asalto, tras la cual Flecher se quedó en el esperando que termine la cuenta de 10 que Guajardo practicaba ajeno a todo, sin reparar en que la pelea estaba terminada ni bien comenzó, y ni hablar en la decena de golpes antirreglamentarios que recibió el caído estando en el piso, de lo cual se hizo literalmente el sota.

Lo de Guajardo no tiene defensa, porque él es –o se supone que debe ser- alguien neutro, sin intereses creados, que debe hacer cumplir el reglamento para lo cual también se supone que está preparado, que lo conoce, y que cuenta con la capacidad de ver e interpretar las distintas incidencias de un combate al estar en una posición privilegiada. Puede que un golpe a destiempo sea dudoso; pero los otros dos o tres, no. ¿Y los diez?

Si no los vio, a todas luces no está apto para dirigir un combate. Si los vio y no los sancionó con puntos de descuento, o descalificación, ¿qué debemos pensar? El tema es que ni una advertencia hubo.

¿Qué hubiese pasado si Flecher se quedaba en el piso quejándose de esos golpes ilegales? ¿Qué decisión hubiese tomado? El reglamento contempla recurrir a la opinión de sus colegas jueces, e incluso a la repetición televisiva si la hubiere –la había-, regla que estaba en efecto ya que Carrasco exponía el título sudamericano liviano, que se rige por el reglamento de la FAB.

Tuvo suerte Guajardo (y también Carrasco). Flecher vino a llevarse la plata y no a hacer lío. Apenas si se quejó el DT visitante tras la pelea, increpando tanto a Guajardo como al Titán, quien pidió unas insólitas disculpas.

El mendocino argumentó que le pegó en el piso porque sintió que la primera caída fue demasiado temprana y que el golpe no le pareció lo suficientemente fuerte como para derribarlo. Primera pregunta: ¿si era temprano, para qué le dio cuatro golpes más; para terminarla ahí nomás? Segunda: ¿con el rival que le trajeron, qué pretendía? ¿Que se inmole?

De todos modos, Carrasco es boxeador, no árbitro como para juzgar si el golpe existió o no, o si fue lo suficientemente fuerte como para derribar a su oponente. Y aunque no lo fuera, ¿cuál sería el problema? ¿Pegarle en el piso legitimaba la caída?

Los golpes llegaron; de no haber sido así, ameritaría la descalificación, pero no fue el caso. Luego, el efecto lo conoce sólo quien lo recibe, pero el reglamento estipula que debe haber cuenta cuando hay caída por golpe, no importa si fue fuerte o no. ¿Pretende Carrasco modificar el reglamento?

Por eso no queda en claro lo que quiso explicar el mendocino con su aclaración. Pegarle en el piso hubiera provocado mayor efecto, y por ende un KO o KOT más pronto. ¿Se hubiese sentido mejor ganando así?

A todo esto, puso en peligro su triunfo. A menos que pensara –o supiera- que sería algo imposible en ese contexto, con la autoridad interviniente. ¿Pero se justificaba correr tal riesgo por una cuestión tan subjetiva como el efecto que él cree que no causó su golpe? ¿Así pretende llegar a su tan ansiada chance mundialista?

Quizás no fuera el único motivo. Carrasco desde hace un tiempo está molesto con su promotora OR Promotions, más precisamente con Georgina Rivero. No lo dice, o lo dice a su manera. Cuestiones económicas, seguramente –NdR: confesó en una nota en La Nación que cobró apenas 1000 dólares en su pelea, y le alcanzó para pagar deudas-. No sería de extrañar que en la primera de cambio se les mande a mudar, como ya pasó oras veces con púgiles de OR.

Sin embargo, no son solamente Carrasco y Guajardo los únicos responsables de este infortunio para el boxeo, en el mismo templo de Corrientes y Bouchard, otrora tan sagrado. Uno de ellos fue la elección del rival, de lo que –nobleza obliga- Carrasco también se quejó. ¿Quiénes son los responsables de eso? Todos. Desde el promotor, pasando por la FAB, y terminando por la propia TV (TyC Sports), que también tiene la misión de regular la calidad de su producto.

Digamos que el promotor puede lavarse un poco las manos, porque si a él le aceptan traer a un lisiado para pelear con su pupilo sin que corra riesgo, bienvenido. No será funcional al negocio, pero a como está edificado el mismo hoy en día, al promotor eso no le mueve la aguja, porque él le vende los derechos a la FAB y ésta a la TV, por lo cual, lo que respecta a la taquilla -que son migajas-, mucho no le preocupa. Su única preocupación es que su boxeador no pierda.

Flecher Silva es originalmente un supergallo, cuanto mucho un pluma chico. ¿Qué hace peleando por un título sudamericano ligero, es decir, tres categorías más arriba? ¿No hay en Sudamérica un liviano más potable que el pobre Flecher, al menos que sea realmente liviano (61,250 kg)?

¿Autorizaría la FAB como retador para su propio título argentino, a un supergallo contra un liviano? Es más; ¿rankearía a un supergallo en liviano? ¿Por qué aprueba un caso así para un título sudamericano? Tanto problema a veces con las equivalencias de peso, para después cometer este sacrilegio, no se entiende.

El último responsable digamos que es el propio Flecher, que aceptó una pelea sólo por la bolsa, sin ninguna apetencia de chance deportiva. Por eso casi ni protestó. Entendió el juego y vino sabiendo los códigos del boxeo, o mejor dicho, del negocio del boxeo, donde te pagan para que hagas de partenaire. Un poco de dignidad no estaría mal -esto dicho a todos los protagonistas de esta patraña-. Más que nada por la gente, los amantes del boxeo, y los perjudicados de siempre.

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